miércoles, 21 de noviembre de 2007

No se cómo ni por qué, el recuerdo de aquella tarde regresa hoy, después de tanto tiempo.
Fue en noviembre, hace un par de años; no recuerdo el día exacto. La primavera cantaba y los arboles bailaban su canción, tan felices como nosotros, el día gritaba colores azules y el sol radiante iluminaba la ciudad, el viento nos acariciaba y nosotros acariciábamos el tiempo.
Eramos dueños de hacer y deshacer, de amar y dejar de ser piel; dueños del tiempo, de nuestros cuerpos y nuestras almas. Eramos dueños del tiempo, y apesar de eso, tenía miedo porque sabía que se acabaría; y demasiado pronto. Conocía tan bien esas cuatro paredes, tenía arraigado en la piel el olor de aquel lugar, el sabor de las sábanas, el color de la alfombra, la voz de la ventana.
Fueron horas que el reloj convirtió en minutos.
Tenía tanto miedo, pero estaba segura, yo sabía qué sucedería.
Y pasó, no me di cuenta cómo, pero pasó. Estabamos tan cerca que la distancia no existia, nos miramos fijamente, furiosamente, con tanta hambre que mi ojo se alimentó del suyo un par de segundos. Su boca roja clamaba a gritos mi nombre, yo no supe qué decir, no sabía que hacer. Yo sólo sentía (o sentíamos). Más tarde vinieron las palabras, que una vez más (como siempre) se las llevó el viento (y el tiempo), y como siempre (una vez más) me inundó el silencio, al igual que hoy.
Y no sé por qué razón hoy escribo esto, ni siquiera fue así, no existió ese mes, ese día, esas sábanas, esa alfombra y esa ventana no existen; otra creación de mi imagina-ción. Esas cosas aún no suceden. No suelen suceder en mi morada.

Pasemos a otro tema, no quiero hablar de eso.

La casa está vacía, tan fría, tan sola. Y yo más loca que ella, más fría, tan sola y tan vacía. Aunque no estoy sola, no estoy vacía, ni tampoco tengo frío. Tengo calor, estoy rodeada de gente, y estoy llena de angustía. Pero así me siento, sola fría y vacía. Como esta casa.

1 comentario:

AMARANTE dijo...

ame la última parte.