jueves, 27 de marzo de 2008

No tiene sentido.

¡Desaparece maldita bastarda, muérete, púdrete!
¿Qué haces aquí?
¿Qué mierda, haces aquí?
Lárgate, vete y no vuelvas, nunca más, ¡NUNCA!.
¿Oíste?
¿Que acaso no entiendes?
Estúpida, imbécil, idiota, inútil, ¡márchate!
¡DESAPARECE!
Debiste haberlo pensado antes ¿No?
Ya es tarde.
No hay arrepentimientos.
Maldita seas, te odio.

C'est la vie.

Llego arrastrando los pies y gateando entro a la cocina; acto seguido, un vaso de jugo directo a la vena, una dormitada de diez minutos infinita, grandiosa. Me siento, lloro, escupo, golpeo, destrozo, trituro y pateo. Me río.
La maldita poesía dolorosa, patética, irritable y divertida de una noche, es la culpable. Mientras muchos duermen, yo me deleito recordando los rostros pusilánimes y desdichados que vi caminando por Ahumada a las seis de la tarde.
Quizás demasiado café no me deje dormir. Me duele un poco el estómago y las yemas, pero nada más. La espalda me pesa un siglo; y un par de años más los brazos. Anoche me preguntaron si tenía hora, pero resulta que no tenía reloj, ni ganas de alzar la cordial boca.
Son las siete y media, mi lápiz imaginario sangra en charcos de libros sin letras, y yo contemplo desde mi cama sin colchón la mesa sin patas, el cuaderno sin hojas, la muñeca sin ojos; intento respirar, pero siento mis pulmones sin aire y mi corazón sin sangre, el cuerpo sin alma y los dedos sin ganas. Mejor le digo a mis pies "vamos pequeñines, suban las escaleras con mermelada, a ver si se caen de hocico a tal adorada cama".
Buen día, señor(a) lector(a).

Película de taquilla.

Es horrendo tener que ceder. Es triste tener que ver la guillotina una y otra vez sin limpiar. Es ruin tener que siempre ser espectador de un mal estreno, donde no te venden palomitas ni trailers, sino desdicha y una sed enfermiza.
Hay un hermoso pincel que traspasa la barrera del atril, del sonido y de los gritos. Hay ciertas cosas que no deben cambiarse. Hay sentimientos poderosos que no pueden morir, no deben. Si antes fueron los vampiros y las brujas los miedos de los niños, ahora son los celulares, las navajas y las pastillas de la débil abuela acompañadas de un chillido.

martes, 25 de marzo de 2008

5:30

Ibamos por la vida como dos polillas sórdidas, como dos picantes sublevados, bailando el tango de los amantes, bañados en la salsa blanca de nuestros días, en la crema caliente de nuestros corazones pegajosos, la que se ha revuelto día y noche sin parpadear, nos ha hecho comer sin titubear y nos ha deleitado con amor sin holgar.
Son tus palabras, tus versos mezquinos, tus piernas de azúcar y tu espalda forrada en néctar, tus manos con el cigarro famélico, tu chaqueta negra con su poderoso perfume, lo que me ha hecho sucumbir en una cama con migas de pan y restos de café, cual prostituta en un burdel.
Hagamos silencio, que no hay que despertar a los cuervos, a las brujas otoñales, a las abuelas de ladrido de manjar enfrascadas en destruirnos o destruirse, en querernos o dejarnos querer. Qué importa, pequeño gran hombre. Mis ojeras me desgarran y los dedos me palpitan, las piernas me tiemblan y mis dientes crujen y se trizan. Aquí estoy, soy todas las palabras que ignoraste.

Es la hora.

¡Eso es!
La radiografía cínica, la lasaña mal cocida, las tazas mal lavadas y el limpia vidrios eterno.
Quizás las fiestas grotescas y el vodka obligado, las orgías de cigarros, de zapatos chocando y de sudores en ensaladas. La teleserie sin fin y la película sin comienzo. Eso debe ser, todo cambia. Incluso los televisores.
Los niños ven la inocencia inocua y la tierra sin preservativos, contra la indecencia y la pereza, contra el sano y el insano, contra el payaso y su McCombo antropófago, contra la guerra y las malas lenguas, contra la verdosa envidiosa y la ignorante, ya los Tiempos del No-tiempo están tan insertos como quien devora el salmón de los domingos o como quien mordisquea las copas de tinto.
La tele era en blanco y negro, ahora es con surround y multicolor, pero más adelante será en décima dimensión. Han descubierto el agua tibia, que el fuego quema, que la lluvia moja, la música suena, la piel toca, el ojo ve
, los labios castigan, el sexo inspira. El Tonto es Tonto y el mundo de verdad era redondo.
La risa es intermitente, porque los Tiempos del No-tiempo están aquí. La carne es masticada sin pavor.

Naranjas verdes pero maduras.

Observo, desde el sillón, a los robots de sangre fría, las mamás en conserva y los hijos en botellas, el mundo es como siempre me lo tejió mi abuela: una naranja espumosa y jugosa, o bien una cama de púas sobre una alfombra de sanguijuelas y cuerpos en pedacitos, o tal vez sabanas atadas a falsos coloquios y vetustos recuerditos. El teatro griego pocas veces se da. Se miran los actores, las palabras de plástico, los besos sintéticos, la apatía y simpleza, los taxistas y profesores, los ejecutivos y doctores. Se mira el mundo, pero no es como las naranjas…
Las naranjas se comen, se chupan y exprimen, pero no así los corazones que beben, usurpan y conciben. En las vitrinas se ven las poleras de Trainspotting o bandas de sexo blando y guitarra de insomnio, las puñaladas en promoción y las mentiras en liquidación. La leche se vence y las aspirinas se acaban. La cama de púas es similar, pero es la que tenemos siempre dentro. A la guillotina, a la guillotina, reclamaría una turba francesa en harapos. Van Gogh se cortó la oreja a propósito, Kurt no se suicidó, Jesús siempre fue homosexual, la luna siempre estuvo habitada y la discoteca nunca estuvo muerta.

Si la señora saca la champaña, nosotros sacaremos la verdad (la de ayer, la de hoy), la de vino tinto y fastidioso, la de caminos de serpientes. Pero ella no sabe que el humo de esperanza jamás se apaga, no con su risita de payaso, ni con su burla empedernida, porque no todos pelan la naranja de similar forma, no todos saben que es redonda. Ni Freud ni el Principito se lo contarán, tampoco Tom & Jerry, menos yo. Porque la cama de sanguijuelas y la naranja espumosa son los dos lados de una misma y apasionada historia.

No vaya a perder la cabeza.

El cine mata; pero el amor, también. Pianos derretidos y violines con semen seco, es ésa la vista preciosa. ¿Jajá?. Ironías.
Usted, sí usted.
Se come las uñas y se mordisquea las orejas; el vino y la cerveza hacen lo suyo; se rasca el culo, se besa las palmas y dice adiós a la manteca rancia. Las mariposas salen volando, como el escupo del niño al vecino, como la patada de los ángeles al demonio; las mariposas vuelan por los aires, igual que los libros con scotch y saliva brillante, usted no calla. La gente habla y habla, hasta que no haya nada más ni nadie más por qué hablar, ni verborrear, ni desear, ni aniquilar. Como ventilador, en un vertedero. Lanza mierda por los cielos, y no importa a quién le caiga. Usted no calla. Le salen palabras y prejuicios hasta por los poros, le dan la mano y se toma del codo.
En su uni-verso todos se ven las espaldas, todos se rascan y se sacan los piojos, como lagartijas al sol, con un sol tan gigante y amarillento y radiante y caliente que se queman los pétalos. Y las orejas también, arden. ¡Jajá!

Alegoría sin alegría.

No sirve tener dos dedos de frente, tampoco un vaso de alcohol, ni fluoxetina o nicotina.
¿De qué sirve tener tanto Infierno alrededor, cuando se puede desear el Cielo en esplendor?. Se prende el televisor, se dilatan las pupilas, se troza el ajo, y se polvorea la nariz con azúcar flor.
La alegoría va y viene, como una mala erección, como el grito de la monja orinando sangre, con almuerzo de aletas de tiburón, con el deseo del señor burgues, sin calzón ni ardor, con sus ensaladas mustias y corazones lacios, de piernas desmayadas y versos necios.

lunes, 24 de marzo de 2008

Algún día.

Quiero rock.
Mover el piso.
Hacer cochinadas.
Comer helado de chocolate.
Poner música.
Correr desnuda.
Saltar sobre la cama.
Romper ventanas.
Prender la tele.
Lanzar libros a la calle.
Luego quemarlos.
Gritar.
Rayar paredes.
Lesear.
Drogarme.
Reírme.
Relajarme.
Dormir.
Despertar.
Escribir.
Hablar.
Y escribir
De nuevo.


jueves, 20 de marzo de 2008

Casi.

Casi yo, casi tú, casi hija, casi madre, casi hermana, casi amante, casi amiga, casi psicóloga, casi profesora, casi doctora, casi escritora, casi fotógrafa, casi cantante, casi bailarina, casi actriz, casi suicida, casi asesina, casi muerta, casi viva, casi feliz, casi triste, casi despierta, casi dormida, casi estoy, casi voy, casi vuelvo, casi caigo, casi sonrío, casi lloro, casi soy, casi sí, casi no.


CASI PAULA.

Siempre casi, siempre a punto, siempre nada.
Nunca todo.

Me gusta lanzarme por la ventana de mi casa cuando me dan ganas de volar, el único problema es que a veces se me olvida que sólo tiene un piso. Y así me pasa siempre, se me rompen los huesos, se me quiebran las uñas, se me trizan los dientes. Luego el alma se me sale por la boca y vuela doscientos metros más abajo.

Jajá, no lo tomes en cuenta.

Olvídalo.

Tuve un sueño tan, pero tan raro, que ni siquiera sé si realmente lo soñé o lo inventé.
Se suponía que era yo, pero en el sueño era ella y no estaba aquí, estaba allá. Al otro lado, pero acá. Bailaba tango con los aviones, miraba una isla desde las alturas. La verdad, no sé si estoy cuerda o esto parte de mí locura.
Ah, no importa.
Eran las tres de la tarde, luego las cuatro.
¡No!
Son las 5.
No importa la hora Paula, insisto.
Desperté.
Prendí la luz, busqué el control e intente prender el televisor, pero mi reflejo se deformó en la pantalla y mis ojos fatuos, se horrorizaron al verlo, entonces, salieron corriendo, huyeron.
Aún no los encuentro. Todavía no empiezo a buscarlos.
No pasaron ni cinco minutos, cuando sentí un par de golpes en la puerta. Claro, eran ellos, volvieron arrepentidos con las pestañas entre las cejas; jamás me quisieron decir qué vieron allá afuera. Descarté la idea de encender el televisor. Vi los libros, pero no; demasiada literatura, demasiados amores frustrados, demasiadas muertes. Demasiado tiempo.
Mejor duérmete, Paula. Dejate de bromas.
Eres una perdedora.

lunes, 10 de marzo de 2008

Insomnio.

Algunas noches como esta noche escalan por mi cuello y se detienen en la base de mi cerebro, y las muy patudas se quedan allí. Y claro, a las cuatro de la mañana ya es muy difícil hacerlas desaparecer. Probablemente sea un pequeño preludio a la muerte, algo así como un pre-calentamiento. Lo acepto. Entonces mi mente se vuelve como una película, observo al protagonista en un pequeño cuarto, fumando el último cigarro de su cajetilla. Esta no es una película larga: él deja el cigarro en el cenicero, y se acaba.
Luego estoy aquí otra vez, escribiendo desde mi cama. Fumando y viendo como todas las paredes de mi habitación se tiñen de azul.
La noche comienza a bajar por mi espalda. Y es lógico, después de once minutos la noche se aburre de existir y de esconder a ladrones, prostitutas, amantes y borrachos.
Me ha dejado en paz.

Esperar la muerte puede ser perfectamente apacible.

Coma y punto.

Pienso que a veces debería escribir unos cuantos poemas de amor, decentes claro; pero no puedo y ni siquiera lo intento.
Me dijeron que si quiero ser poeta no debo preocuparme por la edad. Sólo debo beber más tequila más y más tequila. Ir al casino por lo menos una vez a la semana y ganar si es posible, aprender a ganar es difícil, cualquier idiota puede ser un buen perdedor. Me hicieron entender que un sabor temprano de la muerte no es necesariamente una mala cosa. Y si creo que los sabios no se volvieron locos en habitaciones minúsculas como me está pasando ahora, entonces no estoy lista, debo beber más tequila.

Hay tiempo. Y si no hay está bien igual.

No es fácil.

A veces logro oír la muerte en mi reloj
pero poco importa
poca muerte
o poca vida
no es tan malo
al fin y al cabo
lo que cuenta es observar las paredes
yo nací para eso
por eso no olvido
el gusano que traicionó a su manzana
no olvido
los bares
la cárcel
ni los suicidios de los amantes.

De vida o muerte.

Ahora
en vez de ir hacia el tiempo
es el tiempo el que viene hacia nosotros
y son las palabras
claras
lentas
y contundentes
las que alimentan espacios vacíos
también a los vivos
no así a los muertos
ellos no necesitan aspirinas
pero sí lluvia
pantalones tampoco
quizás necesitan un lugar
no tienen zapatos
sin embargo caminan
no respiran
y tienen un cigarrillo
necesitan espacio
un lugar para arder
los muertos no me necesitan
ni los vivos
pero quizás los muertos se necesitan unos a otros
tal vez necesitan todo lo que nosotros necesitamos
probablemente todo.

domingo, 2 de marzo de 2008

Entre tiempo.

El último minuto, ese que se colgó de mi espalda, y mordió mi cuello. Ese es el minuto que recuerdo, el que se resbaló entre mis manos.

Jueves.

Es jueves, un jueves enfermo, un jueves cansado y desgastado; para él un jueves más, uno más del mes y de la semana. Claro, porque todos los días son jueves. Y todos los meses se llaman abril, y todos los días hace frío. Pero él sigue creyendo que este día o mañana o el próximo jueves podrán ser los días que él quiera, podrá llegar el día perfecto, con la dosis perfecta, escuchando la canción perfecta en el lugar perfecto, con la persona perfecta, bajo un cielo de color perfecto, con nubes de formas perfectas, en un otoño perfecto. Pero nada en su vida es perfecto. Despierta todos los días en el mismo lugar, bajo el mismo cielo, pero con menos estrellas. Se levanta y la espera. Ella no llega y si llega, llega tarde. Todo ocurre tarde. El día llega demasiado tarde, el abrazo llega tarde, y la caricia que podía ser perfecta llega tarde.
Pero nada de esto es cierto, porque hoy es domingo. Y no sé que quiero escribir, y no me importa, sé que es incoherente todo lo que pienso y quiero plasmar aquí; lamentablemente tengo nauseas, y quiero meter un lapiz en mi garganta para poder vomitar tantas palabras. Y no resulta. Ni mis manos se entienden, se enredan mis dedos tratando de conectar letras y signos para poder formar la palabra que estoy buscando, entre mis visceras.