lunes, 10 de marzo de 2008

Insomnio.

Algunas noches como esta noche escalan por mi cuello y se detienen en la base de mi cerebro, y las muy patudas se quedan allí. Y claro, a las cuatro de la mañana ya es muy difícil hacerlas desaparecer. Probablemente sea un pequeño preludio a la muerte, algo así como un pre-calentamiento. Lo acepto. Entonces mi mente se vuelve como una película, observo al protagonista en un pequeño cuarto, fumando el último cigarro de su cajetilla. Esta no es una película larga: él deja el cigarro en el cenicero, y se acaba.
Luego estoy aquí otra vez, escribiendo desde mi cama. Fumando y viendo como todas las paredes de mi habitación se tiñen de azul.
La noche comienza a bajar por mi espalda. Y es lógico, después de once minutos la noche se aburre de existir y de esconder a ladrones, prostitutas, amantes y borrachos.
Me ha dejado en paz.

Esperar la muerte puede ser perfectamente apacible.

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