domingo, 2 de marzo de 2008

Jueves.

Es jueves, un jueves enfermo, un jueves cansado y desgastado; para él un jueves más, uno más del mes y de la semana. Claro, porque todos los días son jueves. Y todos los meses se llaman abril, y todos los días hace frío. Pero él sigue creyendo que este día o mañana o el próximo jueves podrán ser los días que él quiera, podrá llegar el día perfecto, con la dosis perfecta, escuchando la canción perfecta en el lugar perfecto, con la persona perfecta, bajo un cielo de color perfecto, con nubes de formas perfectas, en un otoño perfecto. Pero nada en su vida es perfecto. Despierta todos los días en el mismo lugar, bajo el mismo cielo, pero con menos estrellas. Se levanta y la espera. Ella no llega y si llega, llega tarde. Todo ocurre tarde. El día llega demasiado tarde, el abrazo llega tarde, y la caricia que podía ser perfecta llega tarde.
Pero nada de esto es cierto, porque hoy es domingo. Y no sé que quiero escribir, y no me importa, sé que es incoherente todo lo que pienso y quiero plasmar aquí; lamentablemente tengo nauseas, y quiero meter un lapiz en mi garganta para poder vomitar tantas palabras. Y no resulta. Ni mis manos se entienden, se enredan mis dedos tratando de conectar letras y signos para poder formar la palabra que estoy buscando, entre mis visceras.

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