domingo, 26 de julio de 2009

Así es la cosa.

No tengo temor a morderme los labios ni a quebrarme los dientes. Sin embargo, toda libertad decae, todo tiene un final, todo llega a un punto, a un límite.
La vida es como la cocina de la abuela; decadente, fuerte, roñosa, fragante, fulminante, quemada, tal como la televisión, la cuenta del gas o el costalazo del bandido; cuesta sacarse los piojos, el cerumen, el hambre, la sed y el odio.
Nadie nos soba la espalda cuando lloramos. Nadie debe ser tan soñador, ni buen perdedor. Pero yo me acuesto feliz viendo las fotos de rigor, el eterno café que se congela a mí lado y el confort reseco, la foto de Tom Yorke mirándome con sus ojos de pescado, los cuentos de la "añorada" infancia descansando a calzón quitado y mi corazón inhalando todo lo que pueda pillar a su paso, tristemente casi feliz, soñando o esperando desesperadamente la hora de su siesta fugaz.
Pienso que no he visto nada y no porque no quiera hacerlo sino porque los vidrios de esta habitación tienen demasiado polvo por dentro y ya estan arrugados los pobrecitos de tanta lluvia, por fuera. A través de mis persianas, no se puede ver el cielo; veo ladrillos que uno a uno apilados forman el muro de elefantes.
El reloj me grita que ya es hora de ir por un cigarrillo, entonces, salgo al patio a recordar los pasos de la noche anterior y mi buen amigo Bukowski me dice que vaya por una botella de vodka para amenizar la noche, sin embargo, mi garganta me suplica no más Paula, no más. Entonces, él se sienta a mí lado y comienza a relatar sus hazañas, me habla de sus prostitutas y del exceso de sexo. Me habla de licores y noches de nicotina, de antros y suburbios, de multitudes y noches de desierto. Me habla de despecho, de silencio, de relojes tuertos; de humanos y de esperanzas que como espejos caen y se revientan, se aplastan con los pies. Pasan las horas y él no calla, yo lo escucho pero es como si yo no estuviese. Ni siquiera me mira. Pero así es la cosa, al menos conozco a alguien que delira, sueña, fuma, bebe, grita, patalea, pelea y a veces, pocas veces siente como yo.
Porque ya no siento lo que pienso, pienso lo que no siento. Quiero lo que no está y no quiero lo que está. No me agrada nada hoy.
Mejor, púdranse todos. A la chucha, al carajo, a la mierda, al Diablo, al judío, al santo, a la perra; maldigamos todo antes de que nos maldigan en serio.

domingo, 12 de julio de 2009

Dos mil gramos.

De zopetón cambié,
hoy quiero VIVIR.
Sentir el universo entrar,
por los poros.
Por eso diré que sí,
a todo lo que ayer dije no,
bueno o malo siempre está bien,
la vida es y no hay más.
Otoño vulgar, inviernos hay pocos.
No importa el orden.

martes, 7 de julio de 2009

Pre-pararse.

Quisiera relatarte cada roce,
arrastrarte y hacer
contigo
otra vez
el camino de la humanidad
hasta esa
p
o
s
i
c
i
ó
n.

¡Dejando que gotee lo que sobre en ese baile!
sobre
tu cuerpo y sobre el mio,
los r e s t o s del
cuerpo que mueren
en
cada pequeña
muerte para vivir más
adelante.
¡El sudor!
la saliva
en
un
h
i
l
o
denso
que me esquive y perfore la sábana.

¡Luchando hasta no decir basta!
y yo
me pierda
en el aire que entre frío a tu pecho,
tan frío que te congele en un instante la respiración,
así será,
hasta que tú también digas basta y
te
d
e
r
r
a
m
e
s
y
yo
te
reciba
y
un ruido
como de cristales rotos sobre la alfombra,
UN RUIDO SORDO,
se te escape entre los dientes y quede de nosotros
lo que queda
cuando estamos desnudos y sin red,
un enjambre de nervios,
de l í q u i d o s,
sin forma,
como si hubiéramos subido al cielo
...
...
...y caído después.
Empezando l e n t a m e n t e,
sin filtros,
sin penumbras.
Con cuarenta grados de calor
y la transpiración
como cristales multiplicando la desnudez de estas,
nuestras imperfecciones.

¿Quién llega y se pierde en el corazón ?
¿acaso un eco insensible?
¡Mi sombra (a veces) tiene grandes impulsos!

miércoles, 1 de julio de 2009

Otro día no.

No tengo gripe, no estoy sin teléfono, no me he cambiado el nombre, no estoy con la caña, no he chocado, no me han atropellado y no me he suicidado. Sólo que hoy fue otro día No y no tengo ganas.
Me tiene aburrida el tema, porque siento que no llego a ninguna conclusión.
-A mi me gusta alguien cuando me agrada la persona que soy cuando estoy con ese alguien.
Me asombré ante ese comentario, que me parece ha sido lo más sincero que he oído durante los últimos meses. Y creo tiene mucha razón.
-¿Qué te haría feliz en este momento?
-Me gustaría estar en unas dunas enormes, tirarme rodando, quedar toda empolvada y matarme de la risa.
Entonces me acordé de la noche en que fui Gloria Trevi y no me importó la ridiculez del momento, ni la ebriedad, ni los vasos rotos, ni el amanecer, ni los conocidos, ni los desconocidos, porque yo estaba con la persona que quería estar y que me hacía sentir eterna y capaz. Y sobre todas las cosas, feliz. Haría cualquier cosa por volver a sentirme así.

Pero no.
La verdad es que no quiero. No por hoy.

Mareo.

En teoría faltan dos meses para que termine lo peor del invierno. Teóricamente aún no empieza el invierno. Teóricamente esta semana debería llover con escándalo.
Lo único seguro, es que yo debería estar en otro lugar y no aquí porque hace frío y la gente anda toda apestosa, corriendo de aquí para allá y de allá para acá. (Me incluyo).
Siempre termino ahogada en mis teorías sobre la maldad original del ser humano y el fin del mundo. Me aburro de escuchar decir las mismas cosas. Me interesan las cuestiones que a nadie le importan y lo que a todo el mundo le importa a mi me importa una raja.
Llevo varios días sintiéndome rara y supongo que en parte se debe a mi ánimo, que se precipita y decae con cada tontera antipática que tengo que escuchar o ver o leer.
Tengo un asco guardado en el estómago que creo en cualquier momento estallaré en vómitos y cosas por el estilo. Así que hago tiempo para no vernos y pienso que tal vez debería abandonar este hábito de escribir que me está trayendo puros problemas por donde lo vea.
Tengo claro que no es el momento, que las cosas no están organizadas para que yo pueda tener una esperanza real, puras ilusiones erráticas, confusas, desagradecidas. Lo peor de todo, es que soy así. Malditamente así. Tengo esa necesidad deforme de arrojar mi intensidad y mis ganas por todas partes.

Seguramente no pasará mucho tiempo hasta que esté equivocándome otra vez.
Ahora vienen los días donde me desprendo de los restos de esa acción en gestación e inmediatamente abortada que cae doliente y putrefacta. Y obvio que duele, no soy plástica y lamentablemente tengo todas las terminaciones nerviosas conectadas con mis sentimientos aperrados.
Lo que viene ahora: Receso.

Los afectos quedarán, por ahora, metidos en el congelador.