domingo, 21 de diciembre de 2008

Fake plastic.

Afortunadamente, todo lo que hacemos es por algo, independiente de lo que hagamos, siempre damos explicaciones por todo. Hoy no importan.
Todos tienen el poder de hacer el mínimo cambio. Aunque sea un poco. Roma no se hizo en un día. Eso sí, todos tenemos derecho, (como mínimo) a perder los estribos al menos una vez por semana. Los demás somos anormales. Los placeres mundanos son necesarios; después de todo, no es posible estar serio todo el tiempo. Qué placentero cometer una maldad. Romper lo establecido, hacer daño. Eso es, buscar el problema, encontrarlo y llevarlo a la práctica, esa es la idea, meter el dedo en la yaga. Lo más hondo posible. Sentir el dolor ajeno. Qué tontera. Quisiera saber lo que hago y por qué; no saber lo que se hace, es una estupidez. Pero hacer nada ni saber lo que se hace, ya es un pecado. Hay que estar siempre listos por si nos atrapan.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Wait.

Debo admitirlo, estoy loca. Me siento rara, diferente, pero demasiado.
A veces creo que la gente está un poco más loca que yo.
Definitivamente, me robaron la inspiración.
Ellos tienen la culpa.

lunes, 20 de octubre de 2008

Mañana, quizás.

Abrazamos la vida cuando nos conviene, y la escupimos cuando no.
A veces pienso que de poco y nada sirve intentar, más vale concretar; decir: "sí, lo haré". No queda otra. Nos quedamos en el intento y olvidamos lo concreto, lo palpable. No debemos aferrarnos a ideas ilusas y quiméricas como las de platón, seamos realistas, aquí todo vale, la nada de nada sirve. Debemos actuar, ahora. Hoy es hoy. Es tan difícil. Pero es o es, omitamos el casi.
Todos tus pantalones, tu polerón favorito, tus poleras, tus chalecos, tu chaqueta, tus calcetines; no olvides las zapatillas, todo en tu maleta. Lo justo y necesario. Lleva lapiz y papel, la cámara y las fotos del verano anterior.
A las siete y media te espero en el terminal, andén 35.

...

No sé por dónde empezar.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Nada.

Sucede que son las ganas de tenerte y asfixiarte y amarrarte y ahorcarte. Son las ganas de matarte. Con mis piernas. Lento pero seguro. Será el crimen perfecto. No el primero, tampoco el último, vendrán muchos. Ninguno como este. Te ahogaré. Sumergete, hundete.
Tan intenso. Me gusta esa palabra, ¿sabes?
Así que, bueno, resulta que, no sé. Espera.
Espera un poco más; iré por un café.
Ven, acercate. Hueleme, tocame, ¡leeme más de cerca!
Entonces, así la distancia será nada.
Acaso, ¿no me ves?
Estoy frente a ti.
Toda, completa, casi vacía.
Este es mi cuerpo, que se retuerce, se estremece, tiembla. No sé si aún me quede cuerpo.
Alma tampoco. Porque siento pero no. Esto no es sensación, es algo menos.
Bajo al fondo.

Subreal.

Y tu piel es blanca esta mañana
y yo más rápido veloz a veces lento
casi como esta silenciosa
que cuelga boca abajo
enredadera plateada de mis noches
ceniza de mis ausencias
aquí estas allá casi
y callas
háblame de amor
yo te hablare de dolores
amargos peces que me atoran
y azotan
el alma se me llena
de escamas y cada día una rosa
vacía
en esta casa hay una espina menos
y te callas otra vez
ellos gritan
cosquillas en mis rodillas
los dedos anclados en la piel
de este cadáver
que camina en busca de aspirinas
no tiene zapatos
tampoco zapatillas
y se llena de humo
de polvo
formando sintiendo
y nace el
caos caótico de la lengua
escrita casi como un poema
se cree soneto pero no le alcanza
ni para oda
algo de oda tiene
se cree cebolla
llora y llora
como las galaxias
que venden estrellas
¡llevelas por separado!
el sol está en mi boca
la sal un poco más abajo
y más abajo aún el agua
el mar
intenso profundo hondo
adentro
y de nuevo los océanos
me gusta el mar
detesto la arena
pero yo sé que la luna inquieta
busca la silueta
del pez
en la pileta.

Esto nunca tuvo ni tendrá sentido.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Ficticio.

Me canse de las sutilezas y de los eufemismos de mediodía.
Seamos realistas.
Todos son unos perros calientes, esperando el momento perfecto y preciso para capturar la presa. Con la baba en el hocico, deseando, con la líbido a mil. Lujuria, palabra demasiado elegante. No es lujuria, es carne. Es el todo y la nada. Es un enjambre de músculos y fluídos. Devorándose.
Entran a una de las tantas piezas. Un laberinto. Oh, deja con llave, por favor. Enciende las luces, quiero verte la cara maldita perra, exclama entre gemidos. Se besan, se muerden, se lamen, se chupan. Le agarra el culo, se lo manosea. Ella no se queja. Él sabe, ella es la presa perfecta, fácil, caliente, una puta. La toma con fuerza, le entierra los dedos en su espalda, le quita la polera, con vehemencia, con impetú, sobretodo con ganas. Ganas sobran. Ella antes de la polera, comienza por su pantalón; maldito botón. Se rompe, adiós pantalón. Adiós ropita interior, qué linda que eres. Lo toma, lo agita, lo aprieta. Se lo come. Qué manjar. Tantos olores y tantos sabores, pero ninguno como ese. La presa dura, en la boca se derrama, cuelga un hilo, se balancea, se derrite en la lengua. Se cansa. Cambian papeles. Ella disfruta. Es lo mejor, se lo hace saber. Y se derrama y el oceáno y los lagos y los ríos y toda la humedad del mundo se hace presente. Vamos perra, que me canse, ven aquí, ven, súbete. Rápido, apúrate.
Oh, me encanta como te mueves, sigue, no te detengas. Para, para, para, maldita perra, o querís que me vaya, para maraca, para. Se detienen. El sudor como cristales sobre la piel, el calor sofocante, los latidos en la boca, la carne fresca, humeda, pegajosa. Continúan. Como animales, hambrientos. Suena el teléfono. Ella contesta, con la voz entrecortada, deja de moverse. Todo acaba, y qué es todo sino la nada. Se lava la cara, se viste, toma sus cosas, se despide. Debo irme, ¿cómo te llamas?
La carne se pudre, yo me pudro también.

martes, 30 de septiembre de 2008

En el nombre de.

Que Jesús no haya tenido descendencia por su condición sexual, que la "Virgen" haya inventado que su embarazo fue causa y obra del espíritu santo, a estas alturas, no me sorprendería.
Anoche el ángel Gabriel me dijo que Jesús era gay y que la "Virgencita" era una promiscua y caliente prostituta. Por eso le dijo a sus padres "Oh, es una bendición, un regalo del señor". Por favor, seguramente, como en esos tiempos no existían condones, la pobre quedó preñá', y no le dió más la imaginación como pa' inventar semejante estupidez. Los apostoles eran unos narcotraficantes, estoy segura.
La iglesia está llena de proxenetas.


Amén.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Asco.

Asco, asco, me das asco.
Te vomitaré en la cara maldito gusano.
Púdrete.
Andate al carajo, a la mierda.
TEODIOTEODIOTEODIO.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Siempre.






El día tiene dos caras,
una de luz,
otra de sombra,
que un latido impenetrable,
o una sonrisa en crecimiento,
pero mis pasos y algo más que el destino.
No están.
Tú sabrás si con castigo,
que brote de tu alma hacia la mía;
conseguirás la venganza que acabe con mi vida,
si sabes que mi vida, sin ellos esta vacía.
Como un sastre es el espejo,
elaboras trajes para el rostro,
y yo en lugar de existir,
me gano la reputación de loca.
La hipocresía gana lugar día a día,
entre escombros y alegrías yo no sé,
qué más da,
como siempre un fusil en la nada,
de sangre y de muerte,
¿para qué estoy en la historia?
Fantasma seré.
No estoy.
La guerra nos usa,
y se comparte con otros ignorantes,
¡tiene antónimos!
pero el misterio tiene corto plazo.
Déjenme en el silencio más lejano,
aunque gritar quiera,
la distancia no es el miedo,
es la vergüenza, inevitable.
El amor nunca nos dejará solos,
sí las miradas desobedientes,
o esa distancia que ingenua,
en fin,
yo,
seré enredadera en el silencio.
Escribir sólo,
porque no tengo noticias de sus silencios,
que un indiferente corazón en contacto con otros.
Sus nombres, visten y desvisten mis días,
como la puerta de mis pensamientos,
y no sabrán,
que la lluvia se quedó esperando.
Acaso soy una desaparecida,
o detrás de mis letras otro tiempo,
porque un ataúd sin muerto,
simulo a fuerza de desvelo.
Y esas llaves que tiene el viaje,
de la paciencia a las alas,
entre luz y sombra,
perdidas.
Ni para la dicha ni para la demencia,
me abandono,
que una mujer fuera de alma.
A veces, los extraño tanto.


martes, 26 de agosto de 2008

Corriente.

Siempre lo haré, igual. Siempre, he, puesto, comas, donde, no las hay. Y he quitado puntos. Dónde debería haberlos. Esto es el caos, es desorden, es lo más absurdo que podría haber hecho, esto, es la misma mermelada de siempre, amarga, como la cocina de la abuela. Nadie dijo que sería fácil, es lo más difícil, lo asumo. Tan difícil como levantar la frente. Bajo la mirada, como el peor ladrón. Es vergüenza. De la güena señor, de la güena. Esto es un caos, literario, social, de adentro, bien dentro. No hablo de lengua, pues no tengo. Debería no hablar, porque hablo y dejo la cagá, así de simple. Lo sé. No debí haber llegado. No sé por qué, maldita sea. Es un problema, me han dado la solución y no la tomo, me tomo todo lo demás. Mejor doy media vuelta, o vuelta entera. Los ladrillos caen uno a uno en mi cabeza y los pedazos de cráneo salen volando, algunos se incrustan en la pared. Me duele. Me duelen hasta las tripas. Tal vez, esta noche toque fondo. Me duele la piel, arde. Quema. El futuro se desarma, es inevitable. El aire me parece imperceptible, tú me pareces lejos. No estás. Te inventaré, quizás nos veremos, en la otra vida o en la siguiente Avenida. No sé, no importa. Quiero un café, dos, tres. No duermo hace semanas. Quizá no duerma en años. La vida es desechable, no así la muerte. Esta es la muerte no anunciada, pero sí prevista. Yo elegí la hora, el lugar. No la víctima. Sabía todo el daño que esto podía causar, pero hay algo, no sé qué diablos, no diré que es algo que hago obligada; pero tampoco es sadismo. Es otra la situación. No me gusta el dolor ajeno, prefiero el propio. Ese sí me gusta, hasta podría decir que, lo disfruto. Como las manzanas.
Podrida estoy.
Huele a cementerio, a cadáver, a gusanos. Esto es macabro. Es la muerte misma. Va más allá de sentir o no sentir el dolor, la presión en el pecho ya es nada. Me duele, me duele. Y no hay más remedio que... seguir con la rutina, claro que, con la precaución de lavar bien las manzanas antes de comerlas y tener cuidado, pues se puede caer con facilidad en el error de beber el agua en que se han lavado. Tan fácil como respirar. Es la paradoja de la vida. Una contradicción. Nada es fácil. Nada. Todo me parece tan confuso.
Aquí hay olor a flores de cementerio, olor a flores muertas. Marchitas, mustias. Débiles.
Desde que la memoria me acompaña, reconozco aquel aroma. Recuerdo ventiladores mecánicos, gallinas muertas, huevos rotos, sonidos amarillos y voces tuertas. Madres llorando y televisores volando, sin alas, nunca entendí cómo. Pero sí, hay muchas cosas que hoy, precisamente hoy, entiendo. Ahora entiendo por qué los muertos ocupan zapatos y toman pastillas, ahora entiendo por qué.
No puedo evitarlo, la noche llega temprano. Y el sol se apaga, en pleno verano.
Caos.

martes, 12 de agosto de 2008

Quédate.

Estoy en el medio. Soy la mitad, la última parte, el último escalón, la última canción y el último tren.
Me queda poco.
Quizás poco por hacer, poco para terminar.
Queda una hora para que sean las doce y dos días para que sea viernes, cinco meses para que termine el año y dos para los veinte.
Queda menos.
Quedan dos llaves en mi llavero, tres cigarros en la cajetilla y dos muertos en el cementerio.
No queda.
No queda.
Sólo yo quedo.
Y mis zapatos están cansados.
Negros.
Marchitos.
Andate con tus demonios.
Por favor.

domingo, 10 de agosto de 2008

Feliz Día.

Mañana abriré un cuaderno, tomaré los antiguos lapices de cera y dibujaré una casa, con dos ventanas, una puerta, tejado y una chimenea. Tendrá una reja de madera, mucho pasto; tejado verde, una puerta amarilla, ventanas anaranjadas y una chimenea morada. En el jardín habrá un árbol, con hojas redondas y manzanas cuadradas. No haré nubes pero sí un sol. O quizás dos. Luego saldré corriendo por el pasillo de la casa, llegaré a la mesita de centro y bailaré aquella canción de Presley que tanto me gustaba, luego me pintaré la boca con el labial de mamá, me pondré sus tacos y me colgaré en el cuello sus collares. En el parque correré tras el perro, subiré a los arboles, haré dibujos en la tierra con una barilla; volveré a casa y tomaré leche con chocolate, le diré a la abuela que me prepare un pan con quesito derretido y por mientras veré la serie de las seis.

Nadie me advirtió que crecer doliera tanto.

miércoles, 16 de julio de 2008

Miel.

5:00 a.m.

Parque. Luz tenue. Nublado. Estación de metro cerca, muy cerca. Calles vacías. Manos frías. Semáforo en rojo.

¿Otro punto?

Camino tranquila, a paso lento. Me detengo, respiro. Cruzo la avenida. Otra vez llueve. Prendo un cigarro, es el último. Los minutos se comen unos a otros, vivos. Sigo caminando.
Y no sé hacia donde, ni por qué a esta hora; tampoco me lo pregunto. Ya no me pregunto nada, creo que demasiadas preguntas me tienen así. Caminando aquí, deambulando, buscando algo. Algo. Algo. Algo. Quizás qué... quién sabe.
Aún tengo tu aroma en mis manos y en mi cuerpo los rastros de aquel baile.
Me rindo... ¡no apareces!
Eso hago aquí, te busco hace varias horas y el maldito teléfono no suena y lo miro con paranoia y, y, y, quiero alejarte. No puedo. Quiero gritar tu nombre, pero la gente duerme. ¡Maldición! Sigo caminando. Sigue lloviendo.
Continúo...
Llego a esa estación de metro. Los kioskos están cerrados y los bares también. Me siento en una banca y busco en mi billetera tu foto y la última carta que escribiste, aquella con manchas de café. Pero la tinta desaparece con la lluvia. Recojo las palabras y las vuelvo a plasmar, pero no hay caso... se diluyen.

Mentira. Estoy aquí, tengo un café a mi lado y un reloj sin pilas. No tengo billetera, no tengo fotos ni cartas tampoco. No tengo lo que quiero tener. Ni siquiera sé qué quiero.
Ese es el problema.
Es locura, lo sé.

La noche me parece inevitable.

lunes, 14 de julio de 2008

Clara(mente) oscuridad.

Todo el veneno de una vez, sin reticencias. Sin tapujos. Dejemos las buenas costumbres de lado, las sonrisitas de mediodía y las carcajadas de amanecida.
Quiero que lo diga de frente, de zopetón. Las palabras están para decirlas, no para tragarlas, como el vino.
No desayunemos cigarros, dejemos el humo y la copa de lado.

domingo, 13 de julio de 2008

00:00

11:00 a.m.
Boleterías del Metro U. de Chile.
Bajo al andén y como siempre, espero.
Primer tren.
Segundo tren.
Tercero, cuarto, quinto.
No sé, perdí la cuenta.
3:10 p.m.
Sigo observando a estos mortales.
Caminan, corren, descansan y se cansan. No se detienen, pero tienen que.
Tanta gente junta me desespera, tantas voces, aromas, sabores y colores. El metro tiene algo, un no sé qué. Son las escaleras, las salidas, los estropajos y los zapatos sin pasos. Yo doy dos, tres, cuatro y me canso. Ando insoportable, irascible, vulnerable, hasta un poco sensible. Cada estación me provoca una sensación diferente, también el invierno. Tal vez sea julio, que viene con su voz de abril y me golpea la puerta con la fuerza de agosto. O quizás aún es junio. No sé. A nadie le preocupa el tiempo, ni a los atrasados, ni a los impuntuales; menos al vendedor de flores.
Otro tren. Nadie baja, suben pocos.
Voy al teléfono público, busco en mis bolsillos alguna moneda, quedan dos, marco el número (...) del otro lado nadie contesta. Intento otra vez, en vano.
Me doy vueltas por el andén, bordeando la línea.
Subo.
6:00 p.m.
Las calles cansadas se retuercen y gimen, los semáforos diabólicos bailan el tango de los gorriones famélicos. Cambia el panorama. Aquí arriba se siente más el frío. Camino por la Alameda, sin prisa, con el alma cansada. El paseo Ahumada se llena de amantes. Y yo sigo con mis pies. Vuelvo a la Alameda, llego a Santa Lucía. No estás. Me doy vueltas y vueltas, la señora del kiosko me mira extrañada, no sé qué pensará. Una pareja se besa frente a mí, con tanto impetú, como si terminase el mundo; y yo sigo con mis cigarros.
Camino hacia el parque Forestal, las nubes confabulan y comienza a llover. Entro al café más cercano, oigo violines y murmullos. El teléfono aún no suena. Sigo esperando, pido un café. Dos, tres. Un tipo se acerca y me pregunta qué hora es, "no tengo hora" le respondo.

lunes, 7 de julio de 2008

Perdí.

Una vez más. Huidobro tenía razón, la muerta está atornillada a la vida. Esto es un círculo, una rueda, no se detiene. Nunca.

lunes, 23 de junio de 2008

Un Click.

Viniste a mí por accidente, igual que yo a la vida. Algo desmayada, algo desordenada, algo desencajada, siempre despeinada y desaliñada. Rompiendo corazones, ventanas y paciencias.
Pero, no te preocupes. No volveré a preguntar si viste la última basura de cortometraje ABC1 o si escuchaste la última metida de patas del sistema de estudios, si barajaste la última discusión a pastel y cincel con tu madre, si te comiste la codiciada sopaipilla ésa de hace tres semanas o si te embobaste de nuevo con esa tonta del barrio de antaño. No importa la noche anterior o la tarde de porquería, porque nos pondremos al día con coloridas calorías y tacitas de café, al lado de tus cigarros y de mis comentarios que te encrespan, espero. Quizás debimos ser monja y sacerdote para tener más complicidad, quizás partimos como bacteria, polvo y escollo. Quién sabe si fuimos o no, quien sabe si hemos sido eso o lo otro, o gusano y manzana, o hermano y hermana, o amigo y amiga, o ángel y demonio, o tumba y cementerio. Nadie sabe en realidad lo que hemos sido por tanto tiempo, ni tampoco nadie ha sabido lo que nos hemos dicho en tanto ciclo. Mientras escribo, tú quizás estés durmiendo; mientras yo esté durmiendo, tú quizás estés invocando; siempre extremos, siempre diversos, siempre eternos. En color reventado o gris acaramelado, aunque te den mil y un cosquillas o te sangren de nuevo esas viejas heridas.
Nunca supe realmente que esperaba, nunca sabré realmente si eras tú, sólo me conformo con la satisfacción de que cambiaste de pronto mi vida.

domingo, 8 de junio de 2008

35°

Fue un viernes, viernes maldito, como todos los jueves. El pavimento estaba congelado y sus manos azules de frío. Terminó de mascar el último cigarro y sus dedos temblaban amarillos, necesitaba otro y otro y otro y otro, sus pulmones se lo pedían a gritos.
No lo pensó dos veces y se hundió en la estación de metro, sofocante; enorme, vertiginosa, había escaleras hasta en el techo, salidas por aquí y por allá, vereda norte, vereda sur, salida a Ahumada, Cousiño, qué sé yo. Se dejó arrastrar por la masa, la pisotiaron, le escupieron, le tiraron el pelo, le quebraron las uñas, le rasgaron su ropa y su piel. Bajó por las escaleras hacía el andén, con ojos de paranoia, buscándolo entre la gente, entre burocratas y prostitutas. Pero él, ya había hecho el cambio de andén.

sábado, 31 de mayo de 2008

Setenta y siete preguntas.

Escribo veinte mil quinientas cuarenta y cinco veces lo mismo, de diferente forma y lo borro y lo borro y lo borro, no me gusta. No me convence.
No espero algo, espero nada. El café se congela y yo también.
Hoy cuando salí del metro por quinta vez, me temblaban las piernas -no de frío- y una sensación extraña me recorría el cuerpo, las manos me sudaban a mares. Si hubiese sabido antes, que este era un mecanismo de premonición, no hubiese continuado con tan aletargada caminata. En fin, llegué a destino y como siempre, no se me hizo problema el esperar. Fue esa espera la menos parsimoniosa de todas. No sé de dónde diablos salieron las palabras, no sé si las inventé o siempre estuvieron allí; pero las dije y no sé si estuve bien en hacerlo, creo que debí haber engullido la curiosidad y evitar preguntas, quizás, absurdas. Pero me es difícil evitar hacer/decir/callar las cosas cuando las siento.
Hay gente que se enamora en la micro, en el metro, en la calle, en hospitales y cementerios, siempre he reído de esas típicas historias: "¿Sabes? ni te imaginas, iba bajando las escaleras del supermercado y no sé que pasó, pero cuando vi a ese tipo, salieron de su capullo todas las orugas y se apoderaron de mi estómago", "Oye, mira, ¡mira! ¿lo ves? él es, siempre lo supe".
No creo en lo superficial.
Pero hoy, pensé durante un par de minutos que nos conocíamos desde siempre. Es raro todo esto, me siento como la Paula de hace diez años atrás, esa que se enamoraba de las sonrisas.
Sí. Existe este tipo de "encuentros" y tal vez, no son una mera casualidad.
Los minutos también sonríen, y recuerdo y me río. Qué patética.
- ¿Hola?
...
Continuará.
Jajá, lo sé, lo sé.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Brindemos.

Destapemos la botella y descorchemos la vida, dejando que rebote contra el techo, y se derrame en la alfombra impoluta.
Estiremos los brazos al cielo, ¡hagamos un salud y traguemonos la luna!
A dentelladas le sacaremos la boca a las estrellas. Hambrientos. Sí, tan hambrientos.
El cielo cae inexorable, nos envuelve y la noche rebosante de oscuridad se mezcla con los cuerpos, celestes, de tanto tinto.
¡Salud, por la luna!
Que no se apague tan pronto.
Es así, los locos andamos propensos al amor, a la paradoja, al sueño de una noche de verano. El papel afila sus uñas. Y mi carne se hace nudo. La sangre se hace hebra, un ovillo que rueda sobre el pavimento.
Por eso, me desvisto aquí.
Y mi piel la dejo en el perchero, mi cabeza en el sofá y me saco los pies, para que descansen mis zapatos.

Paradojajajá.

De mi boca salen peces amargos y pájaros ciegos escupiendo colores, elefantes morados y nubes sordas, gusanos gigantes y perros inmundos. Siento el aliento del cemento que me toca el cuerpo y lo detesto. Es éste el tiempo de los enfermos. Huelo las grietas, invento el silencio, le hago un nudo en la garganta para que deje de gritarme. Mis oídos son sinónimo de olvido y, el silencio su peor enemigo.
¡Más agua para el ahogado, más cuerda para el ahorcado!
No elegí este corazón, por eso, creo que entre más cerca de la acera perezca, mejor. Me mira y me suplica que no lo arroje al suelo, no le gusta el pavimento, tampoco las sabanas; pero ese pedazo de carne tiene que estar pronto bajo tierra, por eso me lo arranco, por eso lo escupo y lo pisoteo. Así será su muerte porque así lo quiero. Así será, enorme, atroz y lapidaria como la muerte ajena.
Mis letras son las venas de un cuerpo mutilado. Las palabras se astillan, como costillas por el raspar de una navaja. Se encogen y se ablandan hasta alcanzar textura de algodón -sin azúcar-.

jueves, 22 de mayo de 2008

Junio.


Miraban un atardecer desde el último piso de un edificio. Él dijo: "¿Volvamos?". Ella asintió con una tenue sonrisa. Inesperadamente, se arrojó por la ventana.
"Volemos", habría escuchado ella.

Nunca he tenido ambiciones, pero debería tenerlas. Hay gente que vive tras su Moby Dick, tras Don Quijote y los Picapiedras. Yo vivo en un mundo centrífugo. Pienso que el 99% vive de forma inconsciente como animalitos, que, a medida que crecen, adoptan los comportamientos necesarios para relacionarse con el resto del rebaño. La animalidad humana me desespera. Detesto la gente que dice sí porque sí, que se mueve, que se adapta a las diversas formas del vacío. Yo no me adapto. Los envidio por su simpleza, envidio la capacidad que tienen algunas personas para sonreír facilmente, para empezar una conversación, socializar en la micro, en el metro, que conversa con el vecino y con el señor de la panadería. Yo tengo que ir al médico y no tengo ganas de hablar ni con el médico, de explicarle, de describirle mi yo enfermo.
Reconozco que tengo facilidad para ocultar (algunas) cosas que me duelen, transformarlas tal vez, en ganas de dormir, de apagarme, de drogarlas, embriagarlas. Me irrito y me derrito, me idiotizo, espanto a la gente. Las causas perdidas. No asumo nada. Es que tengo poca suerte, pienso. Estoy confundida. Es necesario que deje de ser invierno, es necesario que sean las vacaciones de fiestas patrias, es necesario que sea la navidad y el viejito pascuero me traiga lo que prometió parece que en chiste, pero le aclaro que la pataleta fue en serio.
¿Es de alcohólicos desear un ron el miércoles a mediodía?
Rasca y desubicado.
Pero a mi me da lo mismo.
Como diría Fulano: "¡A quién le importa!" .

Sigo sin entenderme. Son las siete y mí café sabe a ventana.
La lluvia huele a libro añejo.
Y las manzanas ruedan por el techo.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Gris.

Me asusta mi propia vulnerabilidad. Me asusta lo poco que soy, lo que trato de ser para complacer a quienes quiero. Tengo miedo de todo cuanto haga se torne errado. Y termine haciendo daño, en vez de fortalecerles. Me pierdo entre las palabras que pensé ayer y jamás salieron de mi boca, las mismas que pienso hoy; y me las trago. Lo que quiero decir se esconde en mis bolsillos, termino perdiendo lo esencial, lo que es real; a cambio de lo que se construye tras mis párpados. No es bueno, lo sé. Pero estoy perdida. Perdida entre lo que creo y lo que es. Perdida. Hoy no cabe nada más en mí, que una pena que deshace, destraba y desbarata cualquier corazón. La misma con la que necesito descifrar, lo absurdo e irreal en mí. Y lo que destroza mis sentidos.
No quiero seguir derramando sensibilidad ni seguir escondiendo lo que parece obvio. Estoy harta de albergar hasta lo imposible en un saco que no resiste el peso de su propio silencio. El tiempo se torna lento, pausado y violento.
Y es así, el viento nos dibuja en la esquina de lo cotidiano; la noche vuelve en una mañana y se queda. Nos aturde, haciéndonos creer que lo más complejo se torna sencillo entre nosotros. Son recuerdos que duelen, pero abrazan la vida en silencios. Rasguñan el alma, nos hacen temblar, correr, correr, bajar las escaleras y no volver a subirlas jamás. El cielo se tiñe de un tono enfermizo, casi denso. Los sonidos que antes eran imperceptibles, hoy se suspenden en el aire, como murmullos disipados, que al moldear palabras se tornan burdos, ruidosos y extenuantes. Se transforman en una especie de hielo suave, que sucumbe a la oscuridad más leve. Y es que a través de estas venas, no derramo más que palabras y versos confusos, historias que no conocía, y que son casi mías. Bombean mi vida, me absorben como un líquido lento y doloroso, que dispara, ardiendo entre los lugares más débiles del cuerpo.
Desearía tener la profundidad del mundo en mis manos, un segundo. Asegurarme un lugar en este charco. Tornarme más liviana. Acometer mi locura impalpable hacia un fondo que se niegue a surgir. Un fondo, en el que de vez en cuando, las palabras llegan, arrastradas, desembocando sobre unos labios que ya cansados de la razón, se niegan a hablar. Y callan. Porque desde hace un tiempo, que las horas se cuelgan en mis brazos, en mis letras y en todos los espacios. Desde hace un tiempo que el reloj me odia y me mira y se burla y se vuelve a reír de mí, quién sabe por qué, quizás porque no quepo más que en mi propio reducto.
Y es que en poco tiempo, se aprende que la angustia profunda y permanente, respira como una criatura viva. Que nadie quiere oír. Ni tocar. La vida exige una buena dosis de ella; pero nadie la acepta, nadie la vive. Cuando llega llega aunque nadie la invite. Eso es siempre. El dolor es uno, pero en muchas partes; y todos sentimos y lo sentimos de manera diferente, nos quiebra, nos despelleja, hace que nuestros dientes se tricen de impotencia y de rabia, hace que la marca de nuestras uñas quede tatuada en nuestras palmas, nos desgarra las entrañas y termina por pudrirnos.
Quizás después de todo terminemos pensando que la vida es en colores o tal vez en blanco y negro. Pero hoy aún el tiempo en mí, es gris. Alma gris. Manos grises. Letras grises. Sueños grises. Y un corazón gris, que me ha escogido, aunque yo no lo quiera. Y todo es gris. Ahora sí creo en los matices.
Y me escondo tras las letras.

lunes, 12 de mayo de 2008

Misantropía.

Son sólo síntomas, me están empezando a asustar estos seres (no)vivientes, se (auto)destruyen, y nadie les dice nada; se comen, se matan, se flagelan, se mutilan, se aniquilan y se mastican. Se intoxican, se drogan y se estimulan; luego se vuelven a matar. Creo que me estoy pareciendo un poco a ellos. No sé. Aún no entiendo su idioma, creo que soy una extranjera. Pero me invitaron a su planeta y acepté. Cuando llegué me miraron como bicho raro, pero no me importó, total, los bichos buscan bichos y comen bichos también. Viven bajo la tierra, en las alcantarillas, bajo los puentes y arriba de cartones. Se domestican unos a otros, luego se adaptan. Bajo no sé qué precepto pero lo hacen. Me dijeron que a penas llegara aquí, tendría que estudiar en un colegio, ser el mejor bicharraco de la comarca, luego entrar a la universidad, una buena universidad por cierto, la mejor de la charca, tener un trabajo bien remunerado, comprar una casa, ojalá en un buen barrio, con un auto del año, ojalá el más caro, tener muchos hijos, y todos sanitos por supuesto. Levantarme temprano, tomar desayuno, manejar con cuidadito porque claro, la licencia no ayuda. Ser puntual, responsable, amable y respetuosa, toda una dama frente al jefe. Hacer horas extras y quedarme hasta la hora del pito en la oficina. Luego llegar a mí hogar, dulce hogar; prepararle las mamaderas a Fulano, Mengano y Zutano, darles un besito de buenas noches a cada uno, taparlos bien para que no se resfríen. Ir a la cama. Soñar que la lava ya me alcanzó los pies, y pronto se viene otra erupción.
Creo que mejor me voy a mi planeta. No existen los humanos.

domingo, 11 de mayo de 2008

Beautiful world.

Quiero que todos los días sean viernes, quiero bailar en la mitad del Paseo Ahumada y que todos se rían de mí cara demacrada, quiero tragarme las micros y los autos y después vomitarlos cuando el semáforo esté en rojo, quiero correr hasta la botillería de la esquina, y que me atienda ese viejo hediondo a meado y a vino rancio, para que me muestre su sonrisa sin dientes y me ría de su cara de alegría, de alegría fingida. Quiero bajar y subir las escaleras del metro, sin detenerme en las miradas angustiadas y deprimentes, sin ver al ciego cantando, ni al pobre que pide limosna, sin ver a la señora que pide algo para el pancito mientras sus hijos juguetean en el andén. Me deprime ver la cara del chofer de la micro, suspirando cada cinco minutos, dándole puñetazos al volante, desesperado soñando con desvíarse del camino, desesperado esperando algún día salirse de la rutina.
Todos los días veo y bostezo con las mismas caras: la vecina, la señora de la carnicería, el escolar, el viejo verde, la empleada, el músico, el universitario, el señor del banco, el guardia de la farmacia, la profesora, el indigente, el pobre y el abogado sin auto. Y todos los días me bajo en el mismo lugar, y todos los días leo el diario; entonces me río de las noticias que, obviamente, le suben el ánimo a cualquiera; eso debe ser quizás por eso todos andan felices. Siempre he dicho lo mismo, este es un mundo hermoso.
Parece que es mejor caminar por Santiago sin audifonos, así se siente la ciudad, así escuché el otro día sus quejidos, gemidos y latidos.
En fin, ni yo me entiendo.
Chao pescao.

lunes, 5 de mayo de 2008

Tres vocales.

¿Otra vez? ¿Esta y cuántas más? Parece un chiste esta cosa, y de mal gusto. Nunca me han gustado las despedidas, pero esta tuvo algo especial, un no sé qué. Y es que así pasa, cuando no lo esperas aparece y cuando no lo buscas lo encuentras. No esperé que todo fuese tan rápido, así, de zopetón. Pero tengo rabia, porque nosé, no quería sentir eso de nuevo; y yo que pensaba que pasaba una sola vez; claro que si pasa dos veces, pasa tres y cuatro y cinco y muchas más ¿o no?. Pero esta vez no quiero que pase, osea, no quiero perder la oportunidad; pero siento que quizás sea mejor dejarlo ir. Detesto no tener fuerza de voluntad. Peor aún si quiero dejar de pensar en aquello y te veo siempre, y no porque realmente así lo quiera; sino porque transitamos la misma calle, las mismas plazas y los mismos cafés. Si hasta en la micro te me apareces, en la calle, en el semáforo y en el subterráneo. Y no es paranoia, no es que esté alucinando, es cierto mis ojos te gritan. Pero bueno, como todo comienzo tiene final, un abrazo fuerte y un beso de esos de película no vendrían mal; un chao y hasta (luego) nunca. Fue tarde, no sé la hora pero sí el lugar, nos juntamos en esa esquina, la que tenía miradas, garras y colmillos, hasta fuego le salía por la boca a la maldita; después caminamos por la alameda, subimos las escaleras, y mientras tu mirabas tú relojito yo rodaba por la escalera eléctrica y me despellejaba y rompía los huesos y el corazón de nuevo se me salía por la boca, siendo pisoteado por todas esas suelas burócratas. Te esperé dos horas, que en realidad fueron cinco minutos, llegaste y no pude evitar decirte lo que tenía planeado. Pero de nada sirvió. Mí corazón lo vomitó todo, hasta las últimas arterias, tu camisa quedó llena de sangre y hasta tus zapatos se salpicaron. No hiciste más que sacudirte y la sangre cayó al piso, como polvo, como un poquito de tierra. Estabamos sentados, sólo un par de veces me miraste a la cara. Esos ojos cafés salían corriendo por tus mejillas cuando veían los míos, la persecusión no terminaba nunca. Después de todo, llegó la hora de la despedida. Buena suerte, sé feliz. Me fui, mire hacia atrás y no estabas, era imposible. Te esfumaste. O tal vez nunca exististe, yo creo que eso debe ser, nunca exististe. Pero esto terminó, no te invento más: arranco la página, no te dibujo más sobre el pavimento, no más escaleras, no más plazas, no más calles, no más amantes. Chao amante imaginario, la Paula se cansó de tu perfección imperfecta, eres demasiado vulgar y ella quiere un caballero que la haga soñar. Chao. Chao, chao y chao.

martes, 29 de abril de 2008

Losopil.

Hoy temprano, me observé y analicé frente al espejo. Tenía rastros de la presa devorada esparcidos por todo el cuerpo, aún quedaba sangre fresca en mis colmillos. Hambrienta y exhausta después de la persecución, saboreando los restos de las entrañas, lamiendo las gotas calientes que expulsaba el corazón palpitante del animal sometido a la asfixia de mis brazos -y piernas- pidiéndome un poco más de oxígeno. Pero sonó el despertador. Y llegó la luz del día derramándose insolente sobre mis ojos, y me negué a abrirlos, hasta que la realidad que detesto se iluminó con toda su gracia. Me pintó de gris, me dejo instalada en mi (in)humanidad y salió para saludar al resto de los minutos.
Creo que empecé con los sueños premonitorios de media estación, ya no hay nada por qué mascarse las uñas, el tiempo se acaba, se desvanece, huye inquieto; y no sé a qué lugar.

Paranoia.

Estoy segura que así fue, estoy segura de haberlo visto, de haber visto esa mirada; esa que me hacia pensar que el futuro tendria el color de sus ojos, el brillo de su pupila, la sombra de sus pestañas, la direccion de su ceja; esa que me haría pensar que dormiria de ojos abiertos tragando estrellas por la boca. Lo vi, y puedo decir que lo contemple esos segundos en que el y su intruso cuerpo intervinieron mi paisaje, cuando se detuvo el tiempo y el viento soplo frío en mi cabeza. Y lo deje pasar, murmurando un beso de primavera que le alcanzara en el silencio de la noche, sintiendo que su recuerdo por fin había dejado de doler, y que yo podia existir junto a él en esa misma calle, ya sin sangrar porque no hubo tregua capaz de aplacar la distancia. Mientras caminaba hacia su propio destino, yo tragaba el sol congelado que se metia por mis venas, clavando sus astillas diminutas en mi carne aún dormida. Y abusé de la im-perfeccion de su boca una última vez, deseándola, viviéndola, humedeciéndola con mi propia mirada, queriendo robarle al tiempo ese segundo de eternidad para poder dibujarlo con tinta, mientras mi mano borracha de sangre dibujaba circulos en las paredes que se miran y silencian las demencias que gimen los suicidas fracasados. Él lo sabe.

Suprimir.

Los días pasan con una lentitud desastroza: pregunto la hora, veo que amanece y amanece y amanece a cada rato, que la noche se hace nada. Ahora mismo debería estar durmiendo, pero no. Algo me molesta y no tengo claro qué es. Y escribo sobre algo que sí sé que es, y que me molesta particularmente hoy, pero luego lo borro porque creo que es (grave y) peligroso, y me siento (desgraciadamente) perseguida, perteneciente a algo que no quiero pertenecer, y en realidad no sé cuando voy a recoger todo eso, eso de mí que se me quedó olvidado quién sabe donde, esos retazos de tiempo que quizás se esfumaron y ya no están. O tal vez los tienes tú; lo digo por los segundos que vi brotar de tu mano derecha.

Dos y cuarto (?).

Tengo todas las noches y traigo todos los deseos y me ahogan las risas y me pudre la maldición. Y aquí estoy, con mis fantasmas que llegan como sueños (y en sueños) con sus rencores fríos; pero les pongo la escoba tras la puerta.

domingo, 27 de abril de 2008

Dos y medio.

Confundí lunes con viernes. No sé si fue el destino o una mera coincidencia, pero sucedió. Tomé la micro de rigor, y me bajé en el lugar de siempre; pero no a la hora de siempre. Terminaba una canción y empezaba otra, justo esa canción, tú sabes. Hacía frío y mis manos temblaban, estaba recordándote. Caminé hacía la esquina, el semáforo me miró con odio hasta que dio luz verde, entonces caminé impaciente, sólo pensando en pisotear y escupir la maldita Alameda, pero no alcancé a llegar al otro lado cuando creí escuchar que gritaste mi nombre; miré a todos lados y claro, eras tú. Aún no lo entiendo, quizás si me hubiese bajado un minuto antes de la maldita micro no te habría encontrado, tampoco si el semáforo hubiese cambiado el rojo por el verde un segundo después o si hubiese demorado un poco más en tragarme aquél amargo café. Maldición. ¿Cómo en una calle tan larga y en una ciudad tan grande, siendo tan ínfimos, nos encontramos? Santiago nos obliga, eso debe ser, eso TIENE que ser. Justo en ese puto segundo, justo cuando sonaba ESA canción, justo cuando iba pensando en AQUELLO, escuche mi nombre. Miré, buscándote, encontrándote; ahí estabas. No hicimos más que mirarnos, yo en silencio grite tu nombre, pero tú seguías gritando el mío, triturando mis oídos. Maldición, otra vez. Di media vuelta y seguí caminando, sabía que aún estabas ahí pero no quise mirar. Toqué el cielo y luego el suelo. Maldición, nuevamente. Siempre lo supe, esta vida es una película sin cámaras, somos los actores sin escenario. Somos los mimos que nunca callan. Traté de pensar en cualquier estupidez, para que ese minuto diera paso al siguiente y así sucesivamente. Pero no, nada de eso funcionó. Me agarré la cabeza y me arranqué las neuronas una a una. Te maldije y no pude evitar reírme, es que realmente lo encontré absurdo. Parecía un chiste, de esos crueles; quizás una comedia o el final de la teleserie. Entonces volví a mirarte y sonreíste. Pero ya era tarde, el semáforo nuevamente se burló de nosotros y te fuiste. Entonces ahí me quedé, sin saliva y con el corazón en los pies, sangrando frente a mí, llorando el pobrecito; suplicándome que por favor le hiciera caso, que dejará de pensar en ti; lo recogí, le quité el polvo y lo puse de nuevo en su lugar. Pensé que si volvía a pensar de nuevo en ti aparecerías tras la esquina, con tus pasos lentos como hace casi un par de vidas. Anduve sin buscarte, pero sabía que andaba para encontrarte. Sabíamos que tarde o temprano nos encontraríamos, lástima que fue demasiado tarde.

sábado, 26 de abril de 2008

Tres.

Todo es como si ayer no hubiese sido nunca. Mi reloj es una lágrima y parece que sangra, por las horas como siempre. Todos están tristes. Un poco alegres. Un poco enteros. Un poco partidos. Un poco en otra parte. Un poco ausentes. Pero sobre todo un poco vivos (a veces).
Mi palma está abierta y sangra como la noche, como una flor que se marchita. Mis manos están frías, como un temblor esperando aquel sol escondido, en mi cobarde paraíso imaginario; matando la ilusión enferma del que calla y no espera, del que calla y no quiere esperar. Así son las esperas, se hicieron bajo excusa, con un buen motivo; para llorar a gritos y no inspirar demencia. La soledad suele dar forma a los sentidos, a veces de luna y de espejo, así me abandono y así escribo, así te escribo.
Te me apareces en todas partes, como la muerte quizás, desechable. Aquella muerte que me permite nacer mil veces y morir otras más.

Cuatro.

Desde hace dos horas los números, el tiempo y los minutos me persiguen, otra vez la paranoia. Malditos. Que se vayan, púdranse, que se los trague mi cuaderno y los mastique la pared. Los detesto. Sería todo menos complicado sin esos malditos dueños del reloj. ¡Jajá! signos. Otra vez, otra vez.
Detente mujer no eres la única, a mi también me pasa, queda poco tiempo, quedan pocos días. ¿Ha pasado sólo un mes, y sientes como si fuese una vida? Tranquila mujer, tranquila. Sigue masticando tu cigarro y tu copa de vino, que los niños corran y el perro ladre; el tiempo sabe lo que hace, el tiempo lo quizo así. Volverá, lo sabes.
Al fin y al cabo, el tiempo lo cura todo; menos las heridas.

Cinco.

Nada se compara, siempre lo supe. Fue una idiotez pero de las mejores, esas que después de haberlas repetido una y otra vez, durante toda la vida, se vuelven a tejer. Quisiera tener la fuerza y voluntad que muchos tienen pero mi caso, es un caso perdido. Me di cuenta tarde que es absurdo todo esto y siempre lo fue. Hay cosas que siempre son, pero no nos damos cuenta y pensamos que nunca fueron. Quiero ver como ese maldito y repugnante lugar se derrumba, quiero que empiece la guerra. ¡Quiero ver las cenizas!
Voy a quemarlo y veré que me dices.
Es imposible que sepas a qué me refiero, porque todas estas palabras, como dijo la artista incipiente que me encontré anoche, son bisturí. Cortan, duelen, hieren, dañan, abren la piel. Después con un poquito de alcohol se curan, claro. Hay personas que también son bisturí, sólo vienen a abrir lo que ya estaba cerrado y otra vez lo dejan abierto, y vamos poniéndole y poniéndole, metiéndole mierda, y entre más se llene mejor.
Sucede que me harté, me cansé. Pero no importa Paula, tranquila; mañana es otro día y volverás a cometer el mismo error. Y quién sabe si fue un error, quizás fue lo correcto.

lunes, 14 de abril de 2008

14 + 4

De no mucho me sirvió levantarme hoy; tampoco, me temo, escribir estas líneas. No sólo soy una llorona novelera, sino también una lombriz que se arrastra por la tierra y se hunde en ella cada vez más. Soy capaz de sonreír sin agonizar, y de conversar sin estrangular. Y bueno, si me dan más recetas para la "odisea", háganmelo saber antes de que me de la pereza.
A la chucha, al carajo, a la mierda, al Diablo, al judío, al santo, a la perra; maldigamos todo antes de que nos maldigan en serio. LLenémoslo todo de escoria y diamante. No me importa si mañana estará despejado o nublado, no me importa diferenciar entre el saborear o vomitar, me conformo sólo con saber dónde respirar.
El día de hoy, fue volver a la Inquisición, fue peor que encontrar ají en el café, tan comparable a lo peor del Holocausto, sin prueba ni fiasco.
Nadie lee, nadie se informará, nadie se indignará.
Durante toda la Historia, ha ocurrido lo mismo. Monjas drogándose con anticonceptivos y putas que van a misa todos los domingos, simplemente, a pedir perdón. Mátenlas, dijo Cortázar. Estas monjas sin cabeza, viólenlas. Estos niñitos hambrientos, engórdenlos. Lutero suministró pan y vino rancio a la Iglesia. Mis padres me regalaron LA Humanidad y me quitaron con sangre los números. Yo me dispuse a mear la felicidad, formando chorritos con la tierra, bamboleándome y creando caminos de papel; creyendo que nadie más hará eso. Soy el esperpento de las comedias locas. Me aburren los capítulos románticos, son como las mañanas de esta ciudad; se escuchan las bocinas y la ambulancia que lleva al muerto vivo, el Sol, el agua hirviendo, las tostadas crujiendo y las sábanas gimiendo. La televisión no hace más que alimentarme la ira.
No quiero contacto, palabras, boca, nada. No quiero escuchar, no quiero oler, porque huelo ese maldito perfume en todas partes y se me congela hasta la sangre y mi corazón late cinco mil trescientas cuarenta y seis veces por segundo. Me tiemblan las manos, no me coordino y mi voz se distorsiona como la noche del vagabundo que no tiene ni calles ni zapatos para andar. Caminé hasta la estación más cercana, y me hundí en el mar de gente, vi como fluía aquella masa por las escaleras, como nadie se miraba, como nadie se sentía. Quise cerrar los ojos un segundo, sólo pestañar y, no pude. Vista, gusto, olfato, oído y tacto. ¿Sólo con eso se siente?
Bajé las escaleras, tropecé con los ojos de un ciego, rodé hasta el andén, mi pellejo quedó como prueba de aquella caída y la estación se tiñó de sangre, el olor a rosas podridas se arraigó en el lugar. Me levanté. Di media vuelta y subí las escaleras cojeando, arrastrándome, arrancando. Quise encontrarlo, una vez más. Mirar sus ojos, arrancárselos, triturarlos; destriparlo, quemarle las entrañas. Con un alicate sacarle las uñas y ponerlas a freir; cortarle los dedos y dárselos a los perros como alimento, con mis propias manos asfixiarlo, hasta que me pida de rodillas algo de oxígeno. Es que lo odio tanto. Lo odio tanto, que quiero ser la única que presencie aquella muerte. Quiero ver su esqueleto, con un par de nervios y tendones temblando frente a mí. Mientras yo me afirmo la panza para que no se me caiga de tanta risa, de tantas carcajadas. Mientras la burla se me sale por los poros. Y el último cigarro lo apago en sus pulmones, dejándo una cicatriz; porque a los pobrecitos, obviamente, los dejé remojándo en la taza del baño público del paseo Ahumada.
No sé cómo odiarlo. Pero lo odio.
Quiero vomitarle en la cara.

Circunstancias.

Me he cansado (mil veces) de lo circunstancial, de aquellas ocasiones que sólo ocurren gracias a una simple circunstancia, algún hecho en particular o alguna necesidad.


"¿Te quiero, porque te necesito
o
Te necesito, porque te quiero?"


Es muy difícil hacer(se) la pregunta pero, muy fácil encontrar la respuesta.


viernes, 4 de abril de 2008

Polisindetón

¿Cuándo crece uno se hace inmune? , dejo atrás el famosillo cliché "lo que no te mata te hace más fuerte". Yo pienso que cada vez, me pongo más sensible, más débil, más llorona. Y es verdad. No sé ellos.
Quizás inmunes sean algunos, en distintos niveles, pero inmunes al cabo. Tal vez yo sea la excepción. "The big tourist". Más aún en este país que tiene un "poco" de todo; un poco de hambre y un poco de cesantes y un poco de pobres y un poco de ladrones y un poco de drogadictos y un poco de depresivos y un poco de alcohólicos y un poco de prostitutas y un poco de violadores y un poco de estresados y un poco de smog y "algo "de locura que aún le queda. Poco de eso y yo tengo mucho de aquello. Hay gente que le teme a la pobreza y a la muerte y a los amantes y a la iglesia y a los fantasmas y a las muñecas e inclusive a cruzar la calle; son (me incluyo) fatalmente amargados, tristes, una lata. Habiendo tanto tanto por ser feliz, tantas películas, tantos libros, tanta gente, tanto estimulante.
¿Cómo puede amargarte la falta de algo que ni siquiera sabes lo que es?

No sé. Responde, contesta.
Chao y buenas noches y hasta pronto y hasta luego y hasta mañana y nos vemos y saludos y adiós y hasta nunca y hasta siempre y rgate y andate y vete y me voy y no me fui y aquí estoy, pero no.
Ahora sí.

miércoles, 2 de abril de 2008

En blanco.

Quiero mucha saliva hasta no ver la salida sé lo que buscas roza con tus dedos y dime sin peros que siempre seremos mientras nos toquemos con golpes serenos en sinfín de terrenos que el alma nos dará para querernos mientras se fundan nuestros cuerpos a través de recuerdos que mi pupila mira como cuentos que sólo son inventos (sin pausas sin detenernos sin comas ni puntos sin pensar sólo sintiendo).Es mucho más de lo que imaginas.
Presiona desde el comienzo, arrastra, lee, siente y termina.
No me preguntes nada.

jueves, 27 de marzo de 2008

No tiene sentido.

¡Desaparece maldita bastarda, muérete, púdrete!
¿Qué haces aquí?
¿Qué mierda, haces aquí?
Lárgate, vete y no vuelvas, nunca más, ¡NUNCA!.
¿Oíste?
¿Que acaso no entiendes?
Estúpida, imbécil, idiota, inútil, ¡márchate!
¡DESAPARECE!
Debiste haberlo pensado antes ¿No?
Ya es tarde.
No hay arrepentimientos.
Maldita seas, te odio.

C'est la vie.

Llego arrastrando los pies y gateando entro a la cocina; acto seguido, un vaso de jugo directo a la vena, una dormitada de diez minutos infinita, grandiosa. Me siento, lloro, escupo, golpeo, destrozo, trituro y pateo. Me río.
La maldita poesía dolorosa, patética, irritable y divertida de una noche, es la culpable. Mientras muchos duermen, yo me deleito recordando los rostros pusilánimes y desdichados que vi caminando por Ahumada a las seis de la tarde.
Quizás demasiado café no me deje dormir. Me duele un poco el estómago y las yemas, pero nada más. La espalda me pesa un siglo; y un par de años más los brazos. Anoche me preguntaron si tenía hora, pero resulta que no tenía reloj, ni ganas de alzar la cordial boca.
Son las siete y media, mi lápiz imaginario sangra en charcos de libros sin letras, y yo contemplo desde mi cama sin colchón la mesa sin patas, el cuaderno sin hojas, la muñeca sin ojos; intento respirar, pero siento mis pulmones sin aire y mi corazón sin sangre, el cuerpo sin alma y los dedos sin ganas. Mejor le digo a mis pies "vamos pequeñines, suban las escaleras con mermelada, a ver si se caen de hocico a tal adorada cama".
Buen día, señor(a) lector(a).

Película de taquilla.

Es horrendo tener que ceder. Es triste tener que ver la guillotina una y otra vez sin limpiar. Es ruin tener que siempre ser espectador de un mal estreno, donde no te venden palomitas ni trailers, sino desdicha y una sed enfermiza.
Hay un hermoso pincel que traspasa la barrera del atril, del sonido y de los gritos. Hay ciertas cosas que no deben cambiarse. Hay sentimientos poderosos que no pueden morir, no deben. Si antes fueron los vampiros y las brujas los miedos de los niños, ahora son los celulares, las navajas y las pastillas de la débil abuela acompañadas de un chillido.

martes, 25 de marzo de 2008

5:30

Ibamos por la vida como dos polillas sórdidas, como dos picantes sublevados, bailando el tango de los amantes, bañados en la salsa blanca de nuestros días, en la crema caliente de nuestros corazones pegajosos, la que se ha revuelto día y noche sin parpadear, nos ha hecho comer sin titubear y nos ha deleitado con amor sin holgar.
Son tus palabras, tus versos mezquinos, tus piernas de azúcar y tu espalda forrada en néctar, tus manos con el cigarro famélico, tu chaqueta negra con su poderoso perfume, lo que me ha hecho sucumbir en una cama con migas de pan y restos de café, cual prostituta en un burdel.
Hagamos silencio, que no hay que despertar a los cuervos, a las brujas otoñales, a las abuelas de ladrido de manjar enfrascadas en destruirnos o destruirse, en querernos o dejarnos querer. Qué importa, pequeño gran hombre. Mis ojeras me desgarran y los dedos me palpitan, las piernas me tiemblan y mis dientes crujen y se trizan. Aquí estoy, soy todas las palabras que ignoraste.

Es la hora.

¡Eso es!
La radiografía cínica, la lasaña mal cocida, las tazas mal lavadas y el limpia vidrios eterno.
Quizás las fiestas grotescas y el vodka obligado, las orgías de cigarros, de zapatos chocando y de sudores en ensaladas. La teleserie sin fin y la película sin comienzo. Eso debe ser, todo cambia. Incluso los televisores.
Los niños ven la inocencia inocua y la tierra sin preservativos, contra la indecencia y la pereza, contra el sano y el insano, contra el payaso y su McCombo antropófago, contra la guerra y las malas lenguas, contra la verdosa envidiosa y la ignorante, ya los Tiempos del No-tiempo están tan insertos como quien devora el salmón de los domingos o como quien mordisquea las copas de tinto.
La tele era en blanco y negro, ahora es con surround y multicolor, pero más adelante será en décima dimensión. Han descubierto el agua tibia, que el fuego quema, que la lluvia moja, la música suena, la piel toca, el ojo ve
, los labios castigan, el sexo inspira. El Tonto es Tonto y el mundo de verdad era redondo.
La risa es intermitente, porque los Tiempos del No-tiempo están aquí. La carne es masticada sin pavor.

Naranjas verdes pero maduras.

Observo, desde el sillón, a los robots de sangre fría, las mamás en conserva y los hijos en botellas, el mundo es como siempre me lo tejió mi abuela: una naranja espumosa y jugosa, o bien una cama de púas sobre una alfombra de sanguijuelas y cuerpos en pedacitos, o tal vez sabanas atadas a falsos coloquios y vetustos recuerditos. El teatro griego pocas veces se da. Se miran los actores, las palabras de plástico, los besos sintéticos, la apatía y simpleza, los taxistas y profesores, los ejecutivos y doctores. Se mira el mundo, pero no es como las naranjas…
Las naranjas se comen, se chupan y exprimen, pero no así los corazones que beben, usurpan y conciben. En las vitrinas se ven las poleras de Trainspotting o bandas de sexo blando y guitarra de insomnio, las puñaladas en promoción y las mentiras en liquidación. La leche se vence y las aspirinas se acaban. La cama de púas es similar, pero es la que tenemos siempre dentro. A la guillotina, a la guillotina, reclamaría una turba francesa en harapos. Van Gogh se cortó la oreja a propósito, Kurt no se suicidó, Jesús siempre fue homosexual, la luna siempre estuvo habitada y la discoteca nunca estuvo muerta.

Si la señora saca la champaña, nosotros sacaremos la verdad (la de ayer, la de hoy), la de vino tinto y fastidioso, la de caminos de serpientes. Pero ella no sabe que el humo de esperanza jamás se apaga, no con su risita de payaso, ni con su burla empedernida, porque no todos pelan la naranja de similar forma, no todos saben que es redonda. Ni Freud ni el Principito se lo contarán, tampoco Tom & Jerry, menos yo. Porque la cama de sanguijuelas y la naranja espumosa son los dos lados de una misma y apasionada historia.

No vaya a perder la cabeza.

El cine mata; pero el amor, también. Pianos derretidos y violines con semen seco, es ésa la vista preciosa. ¿Jajá?. Ironías.
Usted, sí usted.
Se come las uñas y se mordisquea las orejas; el vino y la cerveza hacen lo suyo; se rasca el culo, se besa las palmas y dice adiós a la manteca rancia. Las mariposas salen volando, como el escupo del niño al vecino, como la patada de los ángeles al demonio; las mariposas vuelan por los aires, igual que los libros con scotch y saliva brillante, usted no calla. La gente habla y habla, hasta que no haya nada más ni nadie más por qué hablar, ni verborrear, ni desear, ni aniquilar. Como ventilador, en un vertedero. Lanza mierda por los cielos, y no importa a quién le caiga. Usted no calla. Le salen palabras y prejuicios hasta por los poros, le dan la mano y se toma del codo.
En su uni-verso todos se ven las espaldas, todos se rascan y se sacan los piojos, como lagartijas al sol, con un sol tan gigante y amarillento y radiante y caliente que se queman los pétalos. Y las orejas también, arden. ¡Jajá!

Alegoría sin alegría.

No sirve tener dos dedos de frente, tampoco un vaso de alcohol, ni fluoxetina o nicotina.
¿De qué sirve tener tanto Infierno alrededor, cuando se puede desear el Cielo en esplendor?. Se prende el televisor, se dilatan las pupilas, se troza el ajo, y se polvorea la nariz con azúcar flor.
La alegoría va y viene, como una mala erección, como el grito de la monja orinando sangre, con almuerzo de aletas de tiburón, con el deseo del señor burgues, sin calzón ni ardor, con sus ensaladas mustias y corazones lacios, de piernas desmayadas y versos necios.

lunes, 24 de marzo de 2008

Algún día.

Quiero rock.
Mover el piso.
Hacer cochinadas.
Comer helado de chocolate.
Poner música.
Correr desnuda.
Saltar sobre la cama.
Romper ventanas.
Prender la tele.
Lanzar libros a la calle.
Luego quemarlos.
Gritar.
Rayar paredes.
Lesear.
Drogarme.
Reírme.
Relajarme.
Dormir.
Despertar.
Escribir.
Hablar.
Y escribir
De nuevo.


jueves, 20 de marzo de 2008

Casi.

Casi yo, casi tú, casi hija, casi madre, casi hermana, casi amante, casi amiga, casi psicóloga, casi profesora, casi doctora, casi escritora, casi fotógrafa, casi cantante, casi bailarina, casi actriz, casi suicida, casi asesina, casi muerta, casi viva, casi feliz, casi triste, casi despierta, casi dormida, casi estoy, casi voy, casi vuelvo, casi caigo, casi sonrío, casi lloro, casi soy, casi sí, casi no.


CASI PAULA.

Siempre casi, siempre a punto, siempre nada.
Nunca todo.

Me gusta lanzarme por la ventana de mi casa cuando me dan ganas de volar, el único problema es que a veces se me olvida que sólo tiene un piso. Y así me pasa siempre, se me rompen los huesos, se me quiebran las uñas, se me trizan los dientes. Luego el alma se me sale por la boca y vuela doscientos metros más abajo.

Jajá, no lo tomes en cuenta.

Olvídalo.

Tuve un sueño tan, pero tan raro, que ni siquiera sé si realmente lo soñé o lo inventé.
Se suponía que era yo, pero en el sueño era ella y no estaba aquí, estaba allá. Al otro lado, pero acá. Bailaba tango con los aviones, miraba una isla desde las alturas. La verdad, no sé si estoy cuerda o esto parte de mí locura.
Ah, no importa.
Eran las tres de la tarde, luego las cuatro.
¡No!
Son las 5.
No importa la hora Paula, insisto.
Desperté.
Prendí la luz, busqué el control e intente prender el televisor, pero mi reflejo se deformó en la pantalla y mis ojos fatuos, se horrorizaron al verlo, entonces, salieron corriendo, huyeron.
Aún no los encuentro. Todavía no empiezo a buscarlos.
No pasaron ni cinco minutos, cuando sentí un par de golpes en la puerta. Claro, eran ellos, volvieron arrepentidos con las pestañas entre las cejas; jamás me quisieron decir qué vieron allá afuera. Descarté la idea de encender el televisor. Vi los libros, pero no; demasiada literatura, demasiados amores frustrados, demasiadas muertes. Demasiado tiempo.
Mejor duérmete, Paula. Dejate de bromas.
Eres una perdedora.

lunes, 10 de marzo de 2008

Insomnio.

Algunas noches como esta noche escalan por mi cuello y se detienen en la base de mi cerebro, y las muy patudas se quedan allí. Y claro, a las cuatro de la mañana ya es muy difícil hacerlas desaparecer. Probablemente sea un pequeño preludio a la muerte, algo así como un pre-calentamiento. Lo acepto. Entonces mi mente se vuelve como una película, observo al protagonista en un pequeño cuarto, fumando el último cigarro de su cajetilla. Esta no es una película larga: él deja el cigarro en el cenicero, y se acaba.
Luego estoy aquí otra vez, escribiendo desde mi cama. Fumando y viendo como todas las paredes de mi habitación se tiñen de azul.
La noche comienza a bajar por mi espalda. Y es lógico, después de once minutos la noche se aburre de existir y de esconder a ladrones, prostitutas, amantes y borrachos.
Me ha dejado en paz.

Esperar la muerte puede ser perfectamente apacible.

Coma y punto.

Pienso que a veces debería escribir unos cuantos poemas de amor, decentes claro; pero no puedo y ni siquiera lo intento.
Me dijeron que si quiero ser poeta no debo preocuparme por la edad. Sólo debo beber más tequila más y más tequila. Ir al casino por lo menos una vez a la semana y ganar si es posible, aprender a ganar es difícil, cualquier idiota puede ser un buen perdedor. Me hicieron entender que un sabor temprano de la muerte no es necesariamente una mala cosa. Y si creo que los sabios no se volvieron locos en habitaciones minúsculas como me está pasando ahora, entonces no estoy lista, debo beber más tequila.

Hay tiempo. Y si no hay está bien igual.

No es fácil.

A veces logro oír la muerte en mi reloj
pero poco importa
poca muerte
o poca vida
no es tan malo
al fin y al cabo
lo que cuenta es observar las paredes
yo nací para eso
por eso no olvido
el gusano que traicionó a su manzana
no olvido
los bares
la cárcel
ni los suicidios de los amantes.