lunes, 21 de septiembre de 2009

Chocolates y primavera.

Arranqué del puerto y llegué a la urbe. Bajé del bus y ahí estaba, puntual como siempre, esperándome con un cigarro famélico entre los dedos. Recuerdo que le hice un gestito, para que me esperara un poco más allá, así que nos encontramos a un par de cuadras del terminal. Hace meses que no nos veíamos, quizás eso hizo que la conversación se alargara más de lo previsto, ya me estaba dando lata tanta verborrea, tanta charlatanería. Estábamos en un café frente al Santa Lucía y él, no se cansaba de contarme sus historias, esas de "macho", esas de carretes: cuántas minas, cuántos copetes, cuántas cachitas; qué se yo. Como si me importara... ¡Pura Lata!... Así que mejor pedí la cuenta (yo invitaba al café y él, a lo que venía después). Siempre usando al pobre e inocente café como excusa, pa' puro dilatar el asunto ¿Cuál es la idea?, ¿pa' qué no se vea tan "grosero"? Jaja, por favor. Ambos sabíamos a lo que íbamos. Y 'uta que la pasamos bien ese ratito.
Claro, hace rato yo venía diciéndole que era hora de dejar la mamonería de lado, echar de la cama esas conversaciones amorosas que no llegan a ninguna parte, eliminar esos correos que no tienen ni pies ni cabeza, matar bien esos te quiero que nacieron medio-muertos, terminar con esas llamadas a medianoche.
¡Es tiempo de dejar las novelas en el cajón! Ponernos fríos de una vez, tirar a la línea del metro ese músculo palpitante. Sacar el animal que llevamos dentro. Saciar la sed. El hambre, las ganas.
Cuento corto: llegamos, entregamos las "cédulas de identidad", efectivo, tres horas. Subimos al ascensor: piso 4. Caminamos hacia la derecha: habitación 42. Con urgencia nos arrancamos la ropa y...

¡Mentira! Estoy aquí frente al mar, sola pa' variar. Y, estoy que agarro el teléfono y lo llamo y le digo, de una vez por todas, que tome un bus y me venga a ver. Y salgamos a pasear, a dar una vueltita por los cerros, a tomar un café y besarnos mientras el sol se prepara para irse al otro lado. Para que me venga a ver y caminemos por la orilla de la playa mojándonos las patitas y luego revolcarnos en la arena dibujando corazoncitos.

Siento que, realmente, me hace falta amar.
Este no es el mes.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Me carga.

Me carga septiembre, la primavera y las florcitas, los amantes y los parques, tanto pétalo y color. Me carga. Me carga, sobretodo, porque tengo que andar con un kilo de pañuelos desechables en la mochila y, realmente, no sé si será por el polen.
Lo sé, soy una cuarentona de diecinueve años a punto de cumplir ochenta. Soy una chascona, una mujer ("es niña", dijo el médico), desaliñada y desabrida. Soy fome, muy pero muy fome. Canto mal, pésimo, desafino con cuática y se me acaba el aire justo en la mitad de las canciones. Me gustan las películas mamonas, esas pa' picar la cebolla; puedo repetírmelas y volver a llorar cincuenta veces con la misma escena. Para qué hablar de las canciones, si de masoquismo se trata creo que me gané el trofeo; si estoy mal tengo que escuchar una canción que dure más de lo que me dure la pena y ojalá la intensifique ah, por cierto, si esta nublado mejor. Ah, y volviendo a los me carga, ahora que siento el dolor de cabeza post-viernes recuerdo que también me cargan el vodka y el pisco sour. Me cargan tantas cosas, antes me cargaban hasta las tortas, ahora último no más con los años las estoy pasando un poquito, pero tanto dulce me desagrada. Me carga ver fútbol, prefiero jugarlo. Me carga tanto sol, me carga tanto frío. Pero, definitivamente, acabo de descubrir que lo que más me carga de todo esto es este mes. Llega septiembre y ya quiero que termine el año, veo las primeras banderitas y me vienen las náuseas y las ganas de que esta manga de chilenos circunstanciales baile lueguito las cuequitas típicas y cante rápido el ce-ache-í del partido que se viene (perderán, me lo contó un pajarito). Y así, continúan las ganas de dar paso a octubre para que los pendejos salgan de sus casas a buscar dulcecitos y se les llene el hocico de caries gringas y así de un zuácate que pase también noviembre y el "día de todos los santos" para que esta tropa de deudos, también circunstanciales, vaya a ver a sus muertitos y a rezarle a los gusanos come-carne, para que se les borre el peso que han cargado todo el año por no ir a visitarlos; ¿qué diablos?, ¿por qué van ese día y no otro?, ¿tiene algo de especial, acaso, el primer día de noviembre? el cementerio se llena de vivos y los muertos no tienen idea...
Y así quiero, que pasen los días y los meses, que se vaya diciembre y toda esa payasada de felicidad sintética color envase coca-cola que inunda las casas sólo por una noche, que de una vez por todas ese viejo güeón se meta sus regalitos por la raja y asuma su relación zoofílica con Rodolfo. Quiero que terminen tantas cosas y que comiencen otras tantas pero, este mes no. Me carga la primavera, demasiado amor en el aire.
Quiero abril, por favor.

domingo, 6 de septiembre de 2009

A un amante (ficticio).

Hoy cuando te vi me quedé helada y un escalofrío subió por mi espalda. Me comí las uñas y me tembló el cuerpo, no podía creer que otra vez te tuviera frente a mí. Fue demasiado tiempo sin verte. Por eso, por el tiempo, hoy te amé hasta (no) decir basta. Recorrí tu cuerpo desde tus pies hasta tu frente, bajé por tu espalda y luego tomé un desvío hasta tu pecho. Ahí me quedé durante horas, te miré y no me cansé de mirarte; nos reímos juntos mientras el café se enfriaba recordando viejos tiempos, caminatas eternas, besos furtivos, miradas cómplices.
Nos besamos en Ahumada y durante la tarde hicimos el amor mirando el Santa Lucía por la ventana. Te desnudé suavemente, dejé tu ropa caer en la alfombra y comencé a besarte, a rozar tus labios suavemente y también lento. Fui bajando silente hasta llegar a tu pecho, con mi nariz fría viajé hasta el último rincón... tu aroma agrio y tibio me guío... y seguí bajando pero esta vez no dije basta. Llegué hasta donde nuestras almas confluyen. Ahí donde nuestros cuerpos desembocan, donde existe algo más que el nosotros. "Hemos ido tan lejos" te dije, pero no respondiste. Te miro mientras duermes, acaricio tu piel gris, cansada y ajada. El tiempo ha hecho lo suyo, pero no importa, con tu montón de noviembres y septiembres yo te amo. Tu respiración sabe a otoño y huele a abril. Te miro y tus labios entreabiertos me invitan a ser parte de ti, me invitan a fundirme con tu aliento, aliento de vida (y de muerte). Mirandote sigo, tomo tus manos y las beso como si fuera la última vez. Sé que será la última y tu también lo sabes, pero no te importa (en realidad, nada te importa). No quiero pensar en eso, no quiero pensar en que te perderé. Ahora dejo de mirarte, cierro mis ojos y me acerco a ti, me acerco porque quiero sentirte más, quiero imaginarte mío y sentirme tuya. Siempre he sido tuya y me gusta sentirme tuya, sabes que te pertenezco y de eso te aprovechas, sabes que no puedo evitarte. Me rehúso a dejarte, sin embargo, me entrego a la distancia. Te dije una vez jamás te olvidaría y juré no volver a pensarte, pero me es imposible. Tu recuerdo llega a mí todas las tardes y todas las noches y las madrugadas se tornan eternas, tu recuerdo sube por mi espalda, se cuelga de mi cuello y me pesa, me pesa cada vez más. ¿Qué más quieres? Hoy te di todo y te pedí todo también, me entregué completa, caí rendida. Estuviste al lado izquierdo de la cama, a centímetros del borde y yo a punto de caer, cada vez más lejos de ti. Me levanté, tomé mi ropa y me vestí, besé tu frente y me fui. Llegué corriendo hasta el metro, bajé las escaleras y fui hasta Baquedano. Ahí me quedé sola, pensándote. Prendí un cigarro y tu imagen se tiñó de azul, se diluyó.
Pasaron los días y me fui lejos, con el peso de tu recuerdo aún colgando de mi cuello. Otro cuerpo intentó reemplazarte pero nadie me hace sentir como tú. Creo que jamás te olvidaré y aunque te rías, es verdad. Porque te amo y lo sabes, porque te recuerdo y tu no a mí. Sólo fui una más, ¡una de tus putas! quizás no fue coincidencia que nos conociéramos en una esquina. Por ti han pasado muchas, demasiadas, quizás todas, sin excepción.
El otro con el que me acuesto es tu vecino, le hablé de mi locura por ti y siempre ríe, tampoco le importo, también soy una más.
¿Sabes? su cuerpo es más húmedo y su aroma es más bien dulce, su piel es fresca y huele a brisa, sus manos están suaves, debe ser el efecto del viento en la playa de su centro. A veces me hace llegar a puerto bueno, tu sabes... ¡Pero no! te quiero a ti, tus manos secas y tu piel gris ¡maldito seas!, ¿por qué no puedo?
Te escribo porque no puedo olvidarte, ¡sólo por eso! El recuerdo de tu aroma en mis manos no se ha ido, aún permanece. Permanece igual que tu piel en mí, tus colores, tus sabores, tu todo. Esta no será la última vez que te escriba, ten la certeza. Volveré en septiembre, cuando todo en ti sea primavera y tus calles se inunden de sol. Me sumergiré en tu centro y nadaré hasta lo más hondo, para encontrarnos otra vez.

Tu vecino Valparaíso te envía saludos, con él sólo he tenido sexo, nada de amor. Sólo Placeres en un Cerro Alegre. Así que no te pongas celoso, aunque dudo que te importe. Me vine en el bus viendo nuestras fotos, me quedé un par de minutos detenida en las que nos tomamos en Concha y Toro... ¡qué tiempos aquellos!... Te enviaré una copia de las fotos en la Plaza de Armas, unas dos que nos tomamos en el Forestal, las del domingo en Lastarria y las de los helados en el Emporio. Sólo para que intentes recordarme (entre tantas caras digo).
Un beso por debajo de tu piel, directo a tu estación de metro favorita. Al ladito de tu corazón y a dos estaciones de tus ojos.

Tuya siempre, Paula.

¡Santiago, Nadie te amará como yo!

martes, 1 de septiembre de 2009

Me quejo.

La primavera escupe demasiado.
Yo cuento puros cuentos: me vacío la boca y me lleno el cuerpo.
Saber quisiera cuándo llegas, por qué tardas tanto. Te creo todas las noches y te invento todos los días y te miro desde aquí y te grito callada: ¿por qué no me tomas la mano, y bailamos este baile pegajoso? envueltos en nuestros líquidos, fluídos, formas casi perfectas, en nuestro aroma casi eterno... vámonos a un lugar fuera del tiempo, a perdemos en el espacio ¡ven! yo te invito a crear, sentir, romper los dientes y la piel, chocar las cabezas y sudar, gemir, meter y sacar, entrar y salir, querer y dejar e irnos muy lejos, lejos, lejos.
Volar: crear mundos, universos, galaxias, planetas, sentir las estrellas en la boca.
Vibrar: estremecernos, gritar, embriagarnos, movernos, chillar, sentirnos dentro.
Quemarnos en el fuego efímero de la salsa húmeda y azul del cielo.
Caer en la arena, revolcarnos como dos locos, como dos perros dueños uno del otro.
¡Sucumbir de una vez por todas!
¡Hasta cuándo, hombre, te espero!
¡Sin límite devorar cuerpo y alma por separado, quiero!
Fundir, exprimir, succionar, morder.
Vomitar placer, sudar las ganas, expulsar. Apretar y soltar.
¿Cuándo?
Y es que, Señor, tengo un reclamo.