martes, 29 de abril de 2008

Losopil.

Hoy temprano, me observé y analicé frente al espejo. Tenía rastros de la presa devorada esparcidos por todo el cuerpo, aún quedaba sangre fresca en mis colmillos. Hambrienta y exhausta después de la persecución, saboreando los restos de las entrañas, lamiendo las gotas calientes que expulsaba el corazón palpitante del animal sometido a la asfixia de mis brazos -y piernas- pidiéndome un poco más de oxígeno. Pero sonó el despertador. Y llegó la luz del día derramándose insolente sobre mis ojos, y me negué a abrirlos, hasta que la realidad que detesto se iluminó con toda su gracia. Me pintó de gris, me dejo instalada en mi (in)humanidad y salió para saludar al resto de los minutos.
Creo que empecé con los sueños premonitorios de media estación, ya no hay nada por qué mascarse las uñas, el tiempo se acaba, se desvanece, huye inquieto; y no sé a qué lugar.

Paranoia.

Estoy segura que así fue, estoy segura de haberlo visto, de haber visto esa mirada; esa que me hacia pensar que el futuro tendria el color de sus ojos, el brillo de su pupila, la sombra de sus pestañas, la direccion de su ceja; esa que me haría pensar que dormiria de ojos abiertos tragando estrellas por la boca. Lo vi, y puedo decir que lo contemple esos segundos en que el y su intruso cuerpo intervinieron mi paisaje, cuando se detuvo el tiempo y el viento soplo frío en mi cabeza. Y lo deje pasar, murmurando un beso de primavera que le alcanzara en el silencio de la noche, sintiendo que su recuerdo por fin había dejado de doler, y que yo podia existir junto a él en esa misma calle, ya sin sangrar porque no hubo tregua capaz de aplacar la distancia. Mientras caminaba hacia su propio destino, yo tragaba el sol congelado que se metia por mis venas, clavando sus astillas diminutas en mi carne aún dormida. Y abusé de la im-perfeccion de su boca una última vez, deseándola, viviéndola, humedeciéndola con mi propia mirada, queriendo robarle al tiempo ese segundo de eternidad para poder dibujarlo con tinta, mientras mi mano borracha de sangre dibujaba circulos en las paredes que se miran y silencian las demencias que gimen los suicidas fracasados. Él lo sabe.

Suprimir.

Los días pasan con una lentitud desastroza: pregunto la hora, veo que amanece y amanece y amanece a cada rato, que la noche se hace nada. Ahora mismo debería estar durmiendo, pero no. Algo me molesta y no tengo claro qué es. Y escribo sobre algo que sí sé que es, y que me molesta particularmente hoy, pero luego lo borro porque creo que es (grave y) peligroso, y me siento (desgraciadamente) perseguida, perteneciente a algo que no quiero pertenecer, y en realidad no sé cuando voy a recoger todo eso, eso de mí que se me quedó olvidado quién sabe donde, esos retazos de tiempo que quizás se esfumaron y ya no están. O tal vez los tienes tú; lo digo por los segundos que vi brotar de tu mano derecha.

Dos y cuarto (?).

Tengo todas las noches y traigo todos los deseos y me ahogan las risas y me pudre la maldición. Y aquí estoy, con mis fantasmas que llegan como sueños (y en sueños) con sus rencores fríos; pero les pongo la escoba tras la puerta.

domingo, 27 de abril de 2008

Dos y medio.

Confundí lunes con viernes. No sé si fue el destino o una mera coincidencia, pero sucedió. Tomé la micro de rigor, y me bajé en el lugar de siempre; pero no a la hora de siempre. Terminaba una canción y empezaba otra, justo esa canción, tú sabes. Hacía frío y mis manos temblaban, estaba recordándote. Caminé hacía la esquina, el semáforo me miró con odio hasta que dio luz verde, entonces caminé impaciente, sólo pensando en pisotear y escupir la maldita Alameda, pero no alcancé a llegar al otro lado cuando creí escuchar que gritaste mi nombre; miré a todos lados y claro, eras tú. Aún no lo entiendo, quizás si me hubiese bajado un minuto antes de la maldita micro no te habría encontrado, tampoco si el semáforo hubiese cambiado el rojo por el verde un segundo después o si hubiese demorado un poco más en tragarme aquél amargo café. Maldición. ¿Cómo en una calle tan larga y en una ciudad tan grande, siendo tan ínfimos, nos encontramos? Santiago nos obliga, eso debe ser, eso TIENE que ser. Justo en ese puto segundo, justo cuando sonaba ESA canción, justo cuando iba pensando en AQUELLO, escuche mi nombre. Miré, buscándote, encontrándote; ahí estabas. No hicimos más que mirarnos, yo en silencio grite tu nombre, pero tú seguías gritando el mío, triturando mis oídos. Maldición, otra vez. Di media vuelta y seguí caminando, sabía que aún estabas ahí pero no quise mirar. Toqué el cielo y luego el suelo. Maldición, nuevamente. Siempre lo supe, esta vida es una película sin cámaras, somos los actores sin escenario. Somos los mimos que nunca callan. Traté de pensar en cualquier estupidez, para que ese minuto diera paso al siguiente y así sucesivamente. Pero no, nada de eso funcionó. Me agarré la cabeza y me arranqué las neuronas una a una. Te maldije y no pude evitar reírme, es que realmente lo encontré absurdo. Parecía un chiste, de esos crueles; quizás una comedia o el final de la teleserie. Entonces volví a mirarte y sonreíste. Pero ya era tarde, el semáforo nuevamente se burló de nosotros y te fuiste. Entonces ahí me quedé, sin saliva y con el corazón en los pies, sangrando frente a mí, llorando el pobrecito; suplicándome que por favor le hiciera caso, que dejará de pensar en ti; lo recogí, le quité el polvo y lo puse de nuevo en su lugar. Pensé que si volvía a pensar de nuevo en ti aparecerías tras la esquina, con tus pasos lentos como hace casi un par de vidas. Anduve sin buscarte, pero sabía que andaba para encontrarte. Sabíamos que tarde o temprano nos encontraríamos, lástima que fue demasiado tarde.

sábado, 26 de abril de 2008

Tres.

Todo es como si ayer no hubiese sido nunca. Mi reloj es una lágrima y parece que sangra, por las horas como siempre. Todos están tristes. Un poco alegres. Un poco enteros. Un poco partidos. Un poco en otra parte. Un poco ausentes. Pero sobre todo un poco vivos (a veces).
Mi palma está abierta y sangra como la noche, como una flor que se marchita. Mis manos están frías, como un temblor esperando aquel sol escondido, en mi cobarde paraíso imaginario; matando la ilusión enferma del que calla y no espera, del que calla y no quiere esperar. Así son las esperas, se hicieron bajo excusa, con un buen motivo; para llorar a gritos y no inspirar demencia. La soledad suele dar forma a los sentidos, a veces de luna y de espejo, así me abandono y así escribo, así te escribo.
Te me apareces en todas partes, como la muerte quizás, desechable. Aquella muerte que me permite nacer mil veces y morir otras más.

Cuatro.

Desde hace dos horas los números, el tiempo y los minutos me persiguen, otra vez la paranoia. Malditos. Que se vayan, púdranse, que se los trague mi cuaderno y los mastique la pared. Los detesto. Sería todo menos complicado sin esos malditos dueños del reloj. ¡Jajá! signos. Otra vez, otra vez.
Detente mujer no eres la única, a mi también me pasa, queda poco tiempo, quedan pocos días. ¿Ha pasado sólo un mes, y sientes como si fuese una vida? Tranquila mujer, tranquila. Sigue masticando tu cigarro y tu copa de vino, que los niños corran y el perro ladre; el tiempo sabe lo que hace, el tiempo lo quizo así. Volverá, lo sabes.
Al fin y al cabo, el tiempo lo cura todo; menos las heridas.

Cinco.

Nada se compara, siempre lo supe. Fue una idiotez pero de las mejores, esas que después de haberlas repetido una y otra vez, durante toda la vida, se vuelven a tejer. Quisiera tener la fuerza y voluntad que muchos tienen pero mi caso, es un caso perdido. Me di cuenta tarde que es absurdo todo esto y siempre lo fue. Hay cosas que siempre son, pero no nos damos cuenta y pensamos que nunca fueron. Quiero ver como ese maldito y repugnante lugar se derrumba, quiero que empiece la guerra. ¡Quiero ver las cenizas!
Voy a quemarlo y veré que me dices.
Es imposible que sepas a qué me refiero, porque todas estas palabras, como dijo la artista incipiente que me encontré anoche, son bisturí. Cortan, duelen, hieren, dañan, abren la piel. Después con un poquito de alcohol se curan, claro. Hay personas que también son bisturí, sólo vienen a abrir lo que ya estaba cerrado y otra vez lo dejan abierto, y vamos poniéndole y poniéndole, metiéndole mierda, y entre más se llene mejor.
Sucede que me harté, me cansé. Pero no importa Paula, tranquila; mañana es otro día y volverás a cometer el mismo error. Y quién sabe si fue un error, quizás fue lo correcto.

lunes, 14 de abril de 2008

14 + 4

De no mucho me sirvió levantarme hoy; tampoco, me temo, escribir estas líneas. No sólo soy una llorona novelera, sino también una lombriz que se arrastra por la tierra y se hunde en ella cada vez más. Soy capaz de sonreír sin agonizar, y de conversar sin estrangular. Y bueno, si me dan más recetas para la "odisea", háganmelo saber antes de que me de la pereza.
A la chucha, al carajo, a la mierda, al Diablo, al judío, al santo, a la perra; maldigamos todo antes de que nos maldigan en serio. LLenémoslo todo de escoria y diamante. No me importa si mañana estará despejado o nublado, no me importa diferenciar entre el saborear o vomitar, me conformo sólo con saber dónde respirar.
El día de hoy, fue volver a la Inquisición, fue peor que encontrar ají en el café, tan comparable a lo peor del Holocausto, sin prueba ni fiasco.
Nadie lee, nadie se informará, nadie se indignará.
Durante toda la Historia, ha ocurrido lo mismo. Monjas drogándose con anticonceptivos y putas que van a misa todos los domingos, simplemente, a pedir perdón. Mátenlas, dijo Cortázar. Estas monjas sin cabeza, viólenlas. Estos niñitos hambrientos, engórdenlos. Lutero suministró pan y vino rancio a la Iglesia. Mis padres me regalaron LA Humanidad y me quitaron con sangre los números. Yo me dispuse a mear la felicidad, formando chorritos con la tierra, bamboleándome y creando caminos de papel; creyendo que nadie más hará eso. Soy el esperpento de las comedias locas. Me aburren los capítulos románticos, son como las mañanas de esta ciudad; se escuchan las bocinas y la ambulancia que lleva al muerto vivo, el Sol, el agua hirviendo, las tostadas crujiendo y las sábanas gimiendo. La televisión no hace más que alimentarme la ira.
No quiero contacto, palabras, boca, nada. No quiero escuchar, no quiero oler, porque huelo ese maldito perfume en todas partes y se me congela hasta la sangre y mi corazón late cinco mil trescientas cuarenta y seis veces por segundo. Me tiemblan las manos, no me coordino y mi voz se distorsiona como la noche del vagabundo que no tiene ni calles ni zapatos para andar. Caminé hasta la estación más cercana, y me hundí en el mar de gente, vi como fluía aquella masa por las escaleras, como nadie se miraba, como nadie se sentía. Quise cerrar los ojos un segundo, sólo pestañar y, no pude. Vista, gusto, olfato, oído y tacto. ¿Sólo con eso se siente?
Bajé las escaleras, tropecé con los ojos de un ciego, rodé hasta el andén, mi pellejo quedó como prueba de aquella caída y la estación se tiñó de sangre, el olor a rosas podridas se arraigó en el lugar. Me levanté. Di media vuelta y subí las escaleras cojeando, arrastrándome, arrancando. Quise encontrarlo, una vez más. Mirar sus ojos, arrancárselos, triturarlos; destriparlo, quemarle las entrañas. Con un alicate sacarle las uñas y ponerlas a freir; cortarle los dedos y dárselos a los perros como alimento, con mis propias manos asfixiarlo, hasta que me pida de rodillas algo de oxígeno. Es que lo odio tanto. Lo odio tanto, que quiero ser la única que presencie aquella muerte. Quiero ver su esqueleto, con un par de nervios y tendones temblando frente a mí. Mientras yo me afirmo la panza para que no se me caiga de tanta risa, de tantas carcajadas. Mientras la burla se me sale por los poros. Y el último cigarro lo apago en sus pulmones, dejándo una cicatriz; porque a los pobrecitos, obviamente, los dejé remojándo en la taza del baño público del paseo Ahumada.
No sé cómo odiarlo. Pero lo odio.
Quiero vomitarle en la cara.

Circunstancias.

Me he cansado (mil veces) de lo circunstancial, de aquellas ocasiones que sólo ocurren gracias a una simple circunstancia, algún hecho en particular o alguna necesidad.


"¿Te quiero, porque te necesito
o
Te necesito, porque te quiero?"


Es muy difícil hacer(se) la pregunta pero, muy fácil encontrar la respuesta.


viernes, 4 de abril de 2008

Polisindetón

¿Cuándo crece uno se hace inmune? , dejo atrás el famosillo cliché "lo que no te mata te hace más fuerte". Yo pienso que cada vez, me pongo más sensible, más débil, más llorona. Y es verdad. No sé ellos.
Quizás inmunes sean algunos, en distintos niveles, pero inmunes al cabo. Tal vez yo sea la excepción. "The big tourist". Más aún en este país que tiene un "poco" de todo; un poco de hambre y un poco de cesantes y un poco de pobres y un poco de ladrones y un poco de drogadictos y un poco de depresivos y un poco de alcohólicos y un poco de prostitutas y un poco de violadores y un poco de estresados y un poco de smog y "algo "de locura que aún le queda. Poco de eso y yo tengo mucho de aquello. Hay gente que le teme a la pobreza y a la muerte y a los amantes y a la iglesia y a los fantasmas y a las muñecas e inclusive a cruzar la calle; son (me incluyo) fatalmente amargados, tristes, una lata. Habiendo tanto tanto por ser feliz, tantas películas, tantos libros, tanta gente, tanto estimulante.
¿Cómo puede amargarte la falta de algo que ni siquiera sabes lo que es?

No sé. Responde, contesta.
Chao y buenas noches y hasta pronto y hasta luego y hasta mañana y nos vemos y saludos y adiós y hasta nunca y hasta siempre y rgate y andate y vete y me voy y no me fui y aquí estoy, pero no.
Ahora sí.

miércoles, 2 de abril de 2008

En blanco.

Quiero mucha saliva hasta no ver la salida sé lo que buscas roza con tus dedos y dime sin peros que siempre seremos mientras nos toquemos con golpes serenos en sinfín de terrenos que el alma nos dará para querernos mientras se fundan nuestros cuerpos a través de recuerdos que mi pupila mira como cuentos que sólo son inventos (sin pausas sin detenernos sin comas ni puntos sin pensar sólo sintiendo).Es mucho más de lo que imaginas.
Presiona desde el comienzo, arrastra, lee, siente y termina.
No me preguntes nada.