sábado, 26 de abril de 2008

Tres.

Todo es como si ayer no hubiese sido nunca. Mi reloj es una lágrima y parece que sangra, por las horas como siempre. Todos están tristes. Un poco alegres. Un poco enteros. Un poco partidos. Un poco en otra parte. Un poco ausentes. Pero sobre todo un poco vivos (a veces).
Mi palma está abierta y sangra como la noche, como una flor que se marchita. Mis manos están frías, como un temblor esperando aquel sol escondido, en mi cobarde paraíso imaginario; matando la ilusión enferma del que calla y no espera, del que calla y no quiere esperar. Así son las esperas, se hicieron bajo excusa, con un buen motivo; para llorar a gritos y no inspirar demencia. La soledad suele dar forma a los sentidos, a veces de luna y de espejo, así me abandono y así escribo, así te escribo.
Te me apareces en todas partes, como la muerte quizás, desechable. Aquella muerte que me permite nacer mil veces y morir otras más.

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