martes, 29 de abril de 2008

Paranoia.

Estoy segura que así fue, estoy segura de haberlo visto, de haber visto esa mirada; esa que me hacia pensar que el futuro tendria el color de sus ojos, el brillo de su pupila, la sombra de sus pestañas, la direccion de su ceja; esa que me haría pensar que dormiria de ojos abiertos tragando estrellas por la boca. Lo vi, y puedo decir que lo contemple esos segundos en que el y su intruso cuerpo intervinieron mi paisaje, cuando se detuvo el tiempo y el viento soplo frío en mi cabeza. Y lo deje pasar, murmurando un beso de primavera que le alcanzara en el silencio de la noche, sintiendo que su recuerdo por fin había dejado de doler, y que yo podia existir junto a él en esa misma calle, ya sin sangrar porque no hubo tregua capaz de aplacar la distancia. Mientras caminaba hacia su propio destino, yo tragaba el sol congelado que se metia por mis venas, clavando sus astillas diminutas en mi carne aún dormida. Y abusé de la im-perfeccion de su boca una última vez, deseándola, viviéndola, humedeciéndola con mi propia mirada, queriendo robarle al tiempo ese segundo de eternidad para poder dibujarlo con tinta, mientras mi mano borracha de sangre dibujaba circulos en las paredes que se miran y silencian las demencias que gimen los suicidas fracasados. Él lo sabe.

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