lunes, 7 de septiembre de 2009

Me carga.

Me carga septiembre, la primavera y las florcitas, los amantes y los parques, tanto pétalo y color. Me carga. Me carga, sobretodo, porque tengo que andar con un kilo de pañuelos desechables en la mochila y, realmente, no sé si será por el polen.
Lo sé, soy una cuarentona de diecinueve años a punto de cumplir ochenta. Soy una chascona, una mujer ("es niña", dijo el médico), desaliñada y desabrida. Soy fome, muy pero muy fome. Canto mal, pésimo, desafino con cuática y se me acaba el aire justo en la mitad de las canciones. Me gustan las películas mamonas, esas pa' picar la cebolla; puedo repetírmelas y volver a llorar cincuenta veces con la misma escena. Para qué hablar de las canciones, si de masoquismo se trata creo que me gané el trofeo; si estoy mal tengo que escuchar una canción que dure más de lo que me dure la pena y ojalá la intensifique ah, por cierto, si esta nublado mejor. Ah, y volviendo a los me carga, ahora que siento el dolor de cabeza post-viernes recuerdo que también me cargan el vodka y el pisco sour. Me cargan tantas cosas, antes me cargaban hasta las tortas, ahora último no más con los años las estoy pasando un poquito, pero tanto dulce me desagrada. Me carga ver fútbol, prefiero jugarlo. Me carga tanto sol, me carga tanto frío. Pero, definitivamente, acabo de descubrir que lo que más me carga de todo esto es este mes. Llega septiembre y ya quiero que termine el año, veo las primeras banderitas y me vienen las náuseas y las ganas de que esta manga de chilenos circunstanciales baile lueguito las cuequitas típicas y cante rápido el ce-ache-í del partido que se viene (perderán, me lo contó un pajarito). Y así, continúan las ganas de dar paso a octubre para que los pendejos salgan de sus casas a buscar dulcecitos y se les llene el hocico de caries gringas y así de un zuácate que pase también noviembre y el "día de todos los santos" para que esta tropa de deudos, también circunstanciales, vaya a ver a sus muertitos y a rezarle a los gusanos come-carne, para que se les borre el peso que han cargado todo el año por no ir a visitarlos; ¿qué diablos?, ¿por qué van ese día y no otro?, ¿tiene algo de especial, acaso, el primer día de noviembre? el cementerio se llena de vivos y los muertos no tienen idea...
Y así quiero, que pasen los días y los meses, que se vaya diciembre y toda esa payasada de felicidad sintética color envase coca-cola que inunda las casas sólo por una noche, que de una vez por todas ese viejo güeón se meta sus regalitos por la raja y asuma su relación zoofílica con Rodolfo. Quiero que terminen tantas cosas y que comiencen otras tantas pero, este mes no. Me carga la primavera, demasiado amor en el aire.
Quiero abril, por favor.

1 comentario:

Pan dijo...

wow, te hallé en Google.
escríbes increíblemente