martes, 25 de marzo de 2008

Alegoría sin alegría.

No sirve tener dos dedos de frente, tampoco un vaso de alcohol, ni fluoxetina o nicotina.
¿De qué sirve tener tanto Infierno alrededor, cuando se puede desear el Cielo en esplendor?. Se prende el televisor, se dilatan las pupilas, se troza el ajo, y se polvorea la nariz con azúcar flor.
La alegoría va y viene, como una mala erección, como el grito de la monja orinando sangre, con almuerzo de aletas de tiburón, con el deseo del señor burgues, sin calzón ni ardor, con sus ensaladas mustias y corazones lacios, de piernas desmayadas y versos necios.

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