miércoles, 1 de julio de 2009

Mareo.

En teoría faltan dos meses para que termine lo peor del invierno. Teóricamente aún no empieza el invierno. Teóricamente esta semana debería llover con escándalo.
Lo único seguro, es que yo debería estar en otro lugar y no aquí porque hace frío y la gente anda toda apestosa, corriendo de aquí para allá y de allá para acá. (Me incluyo).
Siempre termino ahogada en mis teorías sobre la maldad original del ser humano y el fin del mundo. Me aburro de escuchar decir las mismas cosas. Me interesan las cuestiones que a nadie le importan y lo que a todo el mundo le importa a mi me importa una raja.
Llevo varios días sintiéndome rara y supongo que en parte se debe a mi ánimo, que se precipita y decae con cada tontera antipática que tengo que escuchar o ver o leer.
Tengo un asco guardado en el estómago que creo en cualquier momento estallaré en vómitos y cosas por el estilo. Así que hago tiempo para no vernos y pienso que tal vez debería abandonar este hábito de escribir que me está trayendo puros problemas por donde lo vea.
Tengo claro que no es el momento, que las cosas no están organizadas para que yo pueda tener una esperanza real, puras ilusiones erráticas, confusas, desagradecidas. Lo peor de todo, es que soy así. Malditamente así. Tengo esa necesidad deforme de arrojar mi intensidad y mis ganas por todas partes.

Seguramente no pasará mucho tiempo hasta que esté equivocándome otra vez.
Ahora vienen los días donde me desprendo de los restos de esa acción en gestación e inmediatamente abortada que cae doliente y putrefacta. Y obvio que duele, no soy plástica y lamentablemente tengo todas las terminaciones nerviosas conectadas con mis sentimientos aperrados.
Lo que viene ahora: Receso.

Los afectos quedarán, por ahora, metidos en el congelador.

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