domingo, 12 de diciembre de 2010

Premonición.

Durante el último tiempo mis acciones han fluctuado entre resistencias y entregas, entregas y renuncias, renuncias y resistencias. Al final, el cuento es (y ha sido) pura tensión. Pero bueno, con una política tan rasca como esta no se puede pedir más; es como la teoría del pinchazo: causa-efecto y ya está.
Ahora la caída es representada por mi incapacidad para entender cómo diablos llego a marcar ese número en mi teléfono, cómo dediqué esa canción tan de novela llorona y cómo pude decir aquella estupidez -del porte de un buque- la noche anterior. Me digo a mi misma que no debería, que no, que no y que no; que Paula detente, que para, que hasta cuándo.
Pero no hay caso, aunque las estadísticas me indiquen que el resultado de la acción que llevaré a cabo será (en el futuro próximo) un desastre, de igual manera la pongo en marcha. Y el paisaje se tiñe color hormiga. Algo aquí no anda bien, Doña Obstinación. El problema es que me pongo a pensar, en las posibles (e imposibles) consecuencias, después de haber dejado la cagá'.


No hay comentarios: