viernes, 26 de noviembre de 2010

Mujer, pronto todos los días serán Viernes.

Nuestros tiempos coincidieron, por accidente; como coincide el tiempo de los picantes sublevados que bailan el tango de los amantes.
Envueltas íbamos en la salsa blanca de nuestros días, chapoteando en la crema caliente de nuestros corazones pegajosos. Así, un poco revueltas, caminando juntas por la Alameda oscura pero rebosante de tanto sol, llegamos a coincidir en aquél abrazo eterno... Cómo olvidarlo.
Cómo olvidar tus manos blancas y el cigarro famélico entre tus dedos, tu rasgado pantalón negro, tus zapatillas rojas con su poderoso perfume; no olvido, la cerveza oculta, la caída del puente, el tinto en los labios y la herida en la piel; no olvido la noche estrellada, las mil cartas ni la canción de Nirvana. Cómo olvidar ese anaranjado atardecer en el puente de Santa Ana. No podría ser de otra forma... Cómo olvidarlo.
Linda, hagamos silencio, que no hay que despertar a los cuervos ni a las brujas otoñales, a los monstruos de ladrido de manjar enfrascados en destruirnos o destruirse, en querernos o dejarnos querer. Qué importan, ellos no importan. Pequeña gran mujer; hoy, estamos. Aunque el hígado se nos desgarre y los dedos nos palpiten, aunque las piernas nos tiemblen y los dientes crujan y se tricen. Aquí estamos, la distancia no existe, desaparece cuando te pienso.
Desordenadas, siempre despeinadas, tal vez desaliñadas. Rompiendo (nuestros) corazones, ventanas y paciencias. No te preocupes, esta vez, no es para hablar de mi última metidas de patas, ni del último sábado, no volveré a preguntarte si escuchaste la última mierda sobre educación o si barajaste la última discusión con tu almohada, si sentiste el último temblor o si te comiste aquella codiciada sopaipilla sabor Alameda; tampoco preguntaré si te embobaste de nuevo con esa tonta del barrio de antaño. Es sólo para recordarte que aquí y allá estoy, que no importa la noche anterior, el mes, o el año de porquería, porque pronto nos pondremos al día con coloridas cervecitas o tacitas de café, al lado de tus cigarros y de nuestros comentarios que (nos) asustan. A mordiscos le sacaremos la boca a las estrellas, hambrientas, ¡sí, hambrientas! con la boca celeste de tanto tinto.
Quizás debimos ser monjas para tener más complicidad (¡quién sabe!), quizás partimos como bacteria y polvo (o tal vez, "¿producto de una reacción química?"... es una broma), quién sabe si fuimos o no, quién sabe si hemos sido esto o lo otro, o gusano y manzana, hermanas o amigas, o tumba y cementerio. Mientras escribo, tú quizás estés soñando; mientras yo esté durmiendo, tú quizás estés imaginando; siempre extremas, siempre diversas, a veces eternas. Nadie sabe en realidad lo que hemos sido por tanto tiempo, ni tampoco nadie ha sabido lo que nos hemos dicho en tanto ciclo; jamás sabrán. Mas no importa, sólo importa saber que estamos. Y no hay expectativas, ni preguntas, no importa realmente si eres tú o yo, en colores reventados o grises acaramelados, no importa dónde estemos, si nos desternillamos de la risa o si nos sangran de nuevo esas viejas heridas; no importa... No importa el tiempo, menos la distancia... ¡Aquí estamos! Y no importa nada más...
Gracias, por cambiar de pronto mi vida.

Feliz Cumpleaños Milla.
Un abrazo eterno, a través del inquieto azul.

2 comentarios:

Dramatica dijo...

NO IMPORTAN LAS FORMAS DE TODO ESTO, SOLO IMPORTA SABER QUE GRACIAS A COMO O QUE SENTIMOS PODEMOS CREAR UNIONES DE ETERNA FRANQUEZA!

TE ADORO COMO A MIS ALAS

Dramatica dijo...

NO IMPORTAN LAS FORMAS DE TODO ESTO, SOLO IMPORTA SABER QUE GRACIAS A COMO O QUE SENTIMOS PODEMOS CREAR UNIONES DE ETERNA FRANQUEZA!

TE ADORO COMO A MIS ALAS