lunes, 28 de marzo de 2011

Estás.

Apareciste, de pronto, llenando poco a poco cada rincón de este reducto casi infinito de tanto vacío.
Pintado de noviembre estaba todo, los árboles celosos de tanto viento bailaban en sus torpes troncos la danza de la primavera y sus flores trémulas... Luego, tus risas, algo en mí y lo inesperado ¿Quién iba a pensarlo?
Tú, con tu nariz perfecta. Con tus ojos eternos y tu piel color abril.
Tú y esa cálida sonrisa, que brota exacta y crece puntual, con la que vibra mi piel y mis ganas de más; ¡y es que eres tanto! y tan grandes son las ganas de tenerte aquí que los minutos se disfrazan de eternidad burlándose de esta voraz sed de ti, que tengo hace horas y no logro saciar con el recuerdo. Eres tanto y tan grande es esto que siento/respiro y pienso que todo el tiempo no es suficiente, que cien otoños es poco y las palabras incompetentes.
Necesaria es, cada vez más, tu piel en mis mañanas, tu sonrisa reviviendo mis entrañas y tus manos abrazando mi espalda. Hoy siento, y te siento aquí.
De amarillo y azul se tiñeron nuestros días, colores que dibujaron nuestro andar y acompañaron aquél sur que en treinta días hicimos nuestro, recorriendo caminos y alturas de apariencia interminable, jamás imaginables. Nuestras manos entrelazadas fueron abriendo senderos y nuestros ojos poco a poco fueron fundiéndose con el horizonte austral, más alla de lo pensable. Horizonte que un día pareció tan lejano e inalcanzable y que hoy llevo dentro, acompañando cada paso que doy.
Por ti, por nosotros, por este sentir que pensé jamás llegaría.

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