lunes, 22 de agosto de 2011

Siempre, viejita linda.

Me advirtieron, desde pequeña, que la vida se marcha sin previo aviso ni acuerdo, que las despedidas duelen y que no somos eternos.

Inevitable es esta angustia que brota de tu ausencia, por el dolor de tu partida y la melodía de aquella inquebrantable voz de miel que ya no está; sin embargo, tengo la certeza de que hoy nos deja sólo tu cuerpo, pues siempre estarás conmigo y estarás en el corazón de los que te amamos, porque siempre has sido incondicional, con cada uno de nosotros.

Nadie dijo que sería fácil, intensos han sido estos días, nos duele asumir tu partida, pero tranquilos estamos pues estás descansado, y segura estoy, que ahora te encuentras junto a mi primo Sergito, nuestra querida Abuelita Corita y tus amigas entrañables: la Sra. Anita y nuestra querida Martita, que no tengo duda, te ha estado esperando para jamás volver a separarse de ti.

Hoy, la nostalgia y los recuerdos me invaden, sé que las despedidas son parte de esta vida, centrífuga y de pronto impredecible, pero para mí siempre has sido y serás eterna. Inolvidables se dibujan en mi mente recuerdos, historias, momentos; ¡cómo quisiera que la memoria jamás fallase!... Cómo olvidar aquellas tardes, en las que como una artista te la pasabas tejiendo algún muñequito de lana o un chalequito para cuidarnos del frío. Cómo olvidar aquellos viajes a Talagante, en los que más de alguna vez mis primos Sergito, Alvaro, Loreto y mi hermano Felipe te acompañaron; regresando a casa en bus en el que muchas veces nos quedamos dormidos en la calidez de tu regazo maternal. Cómo olvidar la suavidad y calidez de tus manos llenas de experiencia y sabiduría. Cómo olvidar esa sonrisa cómplice y sincera, esos ojitos pequeñitos tan llenos de luz. Cómo olvidar aquellas historias de campo que me contabas mientras yo, desde mis infantiles oídos, imaginaba reales: gallinas blancas corriendo con polluelos a medianoche o niñas peinándose bajo interminabes cascadas mágicas. Cómo olvidar esas maravillosas papas rellenas con queso que enseñaste y que tu nieto Felipe aprendió a cocinar. Linda, me quedo con tu caminar ágil y esos pasos firmes que dabas cuando me ibas a buscar al jardín y yo me colgaba inocente de tu brazo, cuando íbamos a comprar los dulces de anís, esos que tanto te gustaban, donde Don Pedro o cuando, simplemente, salíamos a coger un par de flores y a disfrutar el sol de la tarde.

Es cierto, son momentos que espero jamás olvidar, después de todo fueron años, para mí la vida entera; por esto y más hoy quiero que sepas que me quedo con tu amor inmenso por la vida, con tus ganas de seguir y tu fortaleza ante la adversidad; me quedo con tus sabios consejos, tu bondad y tu perseverancia, me quedo con tu enseñanza y tus experiencias, me quedo con tu sonrisa y tu lucha. Mi Viejita Linda, eres un ejemplo de vida, para todos los que hoy estamos reunidos entorno a tu partir. Me quedo con la satisfacción de saber que cambiaste nuestras vidas y las llenaste de amor, como sólo tú sabes amar.

Estaré eternamente agradecida, por todo lo que me entregaste, sólo te pido nos des tu fortaleza para seguir adelante.
Siempre estarás en nuestros corazones, descansa mi viejita linda y protege nuestra familia estés donde estés.

Te amo, siempre.

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