Un par de segundos fueron suficientes para que el apocalipsis comenzara a manifestarse, primero, con un pequeño temblor que remeció prácticamente todo aquél (aparente) cosmos cerebral. La zona de la catástrofe abarcó todo el cuerpo y parte del alma. Innumerables replicas comenzaron a derrumbarme de a poquito. Unas en el sur, empezando por mis pies, luego mis piernas y rodillas. Minutos más tarde la zona centro-sur fue azotada por un terremoto de gran magnitud, provocando un tsunami que dejó toda la piel bajo el agua y la zona sur completamente anegada. Miles de latidos murieron, mis pasos se extraviaron, mis uñas desaparecieron y mis arterias están repartidas quién sabe dónde, qué decir de mi docena de huesos damnificados.
Caos, todo es, caos.
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