miércoles, 10 de octubre de 2007

Libros

Tengo un tic nervioso con los libros. Cuando agarro uno, lo primero que hago es abrirlo y olerlo. Yo creo que el olor que queda arraigado en las hojas es el mismo olor de las casas y las personas que los leen, es como una especie de ADN odorífero que sólo los libros poseen. El olor me causa la misma curiosidad que me causan los muertos desconocidos del cementerio, a quienes me los imagino cuando vivían y sus sonrisas vivas y sus penas muertas. Me gustan especialmente las tumbas que llevan fotos.
No sé por qué nunca puedo acostarme antes de las 00:00 horas, tengo pensamientos asesinos.
Antes, cuando tenía rabia me daba una mezcla de pena-odio que me hacía llorar como mono japonés y regaba durante horas todo a mi alrededor. Ahora, cuando tengo rabia me pongo furiosa y alego y alego y defiendo mis puntos de vista hasta la muerte y lo peor es que al mismo tiempo me siento tan idiota por tener que defender mis puntos de vista con gente que siento, se pone tan ignorante.
Después me siento por ahí a fumar un cigarro y me viene una desconexión del planeta.

En un par de horas señor Oliva, hablaremos de psicotrópicos y antihestamínicos

1 comentario:

Ètienne dijo...

Comenzaste con el olor a orgasmo de libros y terminaste hablando de un tal tipo drogadicto llamado Oliva. Genial (lease como profesor de religión) estoy pensando que puedo escribir tal vez una novela o pensamientos sin sentidos que a nadie les importan. Cuidate Paula, un agrado saber que existe gente realmente inteligente y diferente en este sick sad little word*.