Hay un vínculo secreto o casi secreto probablemente, entre lentitud y memoria, entre velocidad y olvido. El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido. Así compruebo que nuestro reducto en el mundo es mínimo, ínfimo, casi invisible de pequeño, y desde ahí observamos al resto que camina, que pasa, que se detiene. A veces me abstraigo y pienso:
"Esto es un recuerdo", "quedará en el olvido".
Y es triste porque,
de los momentos,
eso es lo único que queda: el recuerdo.
Y con el tiempo se diluye,
se desdibuja,
desaparece.
Al final todos pasamos al olvido.
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